Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Guatemala es un país donde los rumores o “bolas” han existido siempre, una persona con trayectoria de buen político no puede hacer caso de las mismas.

Álvaro Arzú, al referirse a la utilización de las casas de descanso del Estado, durante su gestión como Presidente, en la página 188, dice: “Fuimos asiduos de la finca presidencial Santo Tomás, entre Palín y Escuintla, donde a mi llegada encontré como quince venados y dejé como setenta o más, como noventa, porque como yo los protegía, la gente me llevaba las crías cuando los cazadores mataban a las madres.  Después, me contaron que Alfonso Portillo y sus amigos los soltaban alrededor de la pista, entre los cañaverales, y salían a cazarlos de noche.  No quiero ni pensar que haya sido cierto”.

Aclaro, el Presidente Alfonso Portillo y su esposa Evelyn y luego su pequeña hija Gabriela, prácticamente no usaron la casa de Santo Tomás, en Palín, sí usaron la casa que Álvaro construyó en el Pacífico, en Puerto Quetzal.

Fui yo y mi familia los que usamos algunas veces Santo Tomás, residencia que efectivamente Álvaro dejó en muy buenas condiciones, especialmente la piscina.

Utilicé esa residencia a pesar que la casa de descanso que más me agrada es mi casa particular en Amatitlán, la que poseo desde 1968; sin embargo, Santo Tomás tiene un clima más cálido positivo para mi salud y es más amplia, razones por las cuales la utilicé algunas veces y nunca vi a los venados que Álvaro menciona.

De Alfonso Portillo nunca supe que cazara ni siquiera hormigas, su deporte es jugar al futbol, lo que sí hacia semanalmente; no es correcto guiarse por un rumor como lo hace Álvaro en la cita arriba transcrita.

Quien destruyó Santo Tomás fue Oscar Berger, él se la entregó a un grupo de jóvenes en conflicto, quienes no supieron apreciar el valor histórico de esa residencia.

Tampoco se respetó el valor histórico que representa la casa de protocolo en Antigua Guatemala, la cual en el gobierno de Álvaro Arzú se deterioró, como me consta personalmente.

Al inicio de nuestro gobierno, como Vicepresidente quise realizar algunos eventos oficiales en dicho inmueble y el mismo estaba arruinado por el mal uso que Álvaro había permitido cuando pasaba fines de semana en su casa particular en Antigua y su personal de seguridad y apoyo utilizaban como cuartel la bella e histórica casa de protocolo en el centro de la Antigua Guatemala.

Querer ser es distinto de poder ser. En la portada de su libro, Álvaro aparece de niño con un traje de tipo militar, saludando marcialmente y empuñando un sable. Álvaro manifiesta que hubiera deseado ser cadete, sin embargo, mi experiencia como oficial del Ejército, graduado en la más antigua escuela militar de América Latina, la Escuela Militar del General Bernardo O’Higgins de Chile, me permite señalar que, por su carácter y temperamento, Álvaro no hubiera soportado la disciplina y el respeto con que se educa un cadete y se forma un oficial;  ello explica por qué, en la página 194 de su libro, dice: “El 30 de junio, Día del Ejército, hice que pasaran frente a mí los soldados, a dos metros de distancia, con las armas cargadas y montadas.

Los soldados desfilan con ametralladoras 50 en el jeep con todo el rollo de balas puestas, y pasan allí enfrente de uno.  Pero yo no sentí temor, la verdad, porque tenía plena confianza en el Ejército”.

Este párrafo a continuación lo aclararé.

¡Guatemala es primero!

Continuará…

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