Marco Tulio Trejo Paiz

Ya pasaron el Día de los Santos y el de Finados, cuando la vida activa se suspendió para para rendir homenaje a nuestros seres queridos que se nos adelantaron en el misterioso camino hacia el profundo silencio de la eternidad.

Los cementerios se vieron inundados de familiares y amigos que los visitaron para depositar multicolores ofrendas florales.

Yo tengo seres queridos en la antigua necrópolis y en las que se han formado en los últimos tiempos en mi patria chica, Jutiapa; mas, lamentablemente, no me fue posible escurrirme hacia la tierruca, pero como aquí también existen en el Jardín de las Flores los sepulcros de familiares y amigos que duermen el infinito sueño de los justos, cumplí el deber de visitarlos.

Centenares de muchachos, después de estar junto a los sepulcros, se dedicaron a volar vistosos barriletes con figuras de aves, de la luna y de las estrellas ante la mirada de la multitud.

Había alegría y tristeza entre tanta gente en el magnífico jardín de las flores, y miles de visitantes permanecieron hasta las primeras horas de la noche.

Los automóviles llenaban todo el cementerio. Alguien dijo que en Guatemala poco falta para que haya más cacharpas que gente…

De gobierno en gobierno se han dispuesto numerosos asuetos, y eso no deja de afectar el trabajo positivo que se requiere para que el país vaya adelante, siempre adelante como es lo deseable.

Todos, absolutamente todos los que prestan servicios en el oficialismo y en la llanura de iniciativa privada deben o debemos ocupar siempre los surcos del progreso que nos conduzca hacia el éxito. Es lo que anhelamos.

Es placentero el descanso, pero no en demasía como ocurre actualmente, motivado por algunos días de asueto. El interés de la patria es imperativo.

Debe el Congreso de la República tratar lo pertinente y conveniente para que el carro de lo productivo no deje de funcionar como Dios manda.

Juan Pueblo considera procedente la reducción del número de los excesivos asuetos. Y tiene sobrada razón…

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