Arlena Cifuentes
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Las heridas recibidas durante la niñez determinan el derrotero de la vida de un adulto, ya en la adolescencia se evidencian los trastornos emocionales y los daños recibidos, de no sanar dichas heridas o no hacerse cargo de las mismas dependerá su felicidad en la adultez y la capacidad de trasladar a sus hijos las mismas cargas emocionales que pudieran agobiarle.

Si la sociedad tuviese un mayor grado de sensibilidad o asumiera la responsabilidad que le corresponde con tan solo abrir los ojos y ver a su alrededor podría darse cuenta de las diferentes formas en que la miseria humana se manifiesta, sin excluir la miseria personal que cada quien pueda llevar dentro. ¿Qué da origen a la existencia de los llamados niños de la calle y a la existencia de las maras? En ambos casos puede observarse con preocupación que hay un notable incremento numérico en el transcurrir del tiempo, es decir su reproducción es imparable, de tal manera que es imposible no querer ver una realidad que nos toca de cerca y que como sociedad nos compete abordar.

Los hijos no deseados, que son aquellos concebidos a través de un embarazo prematuro, de un abuso sexual o por padres que entre la pobreza y la depresión degeneran en un desinterés por su propia vida, y cuyo producto son hombres y mujeres cuyos sentimientos han sido suprimidos de tajo por las condiciones miserables en las que les toca vivir y estos a su vez aplicando lo único que aprendieron contribuyen procreando hijos que conforman la masa de los miserables. ¿Cómo puede amar alguien que nunca ha sido amado? ¿Cómo puede amar un ser que es producto del rechazo, del repudio o del abandono? son ellos los que engrosan estos dos grupos en su mayoría, ellos han sido herederos de la miseria que sus padres les han legado como su única posesión, una herencia que cada vez más contribuye a engrosar las filas de las maras, de los niños de la calle o simplemente de los hijos de algún conocido nuestro que lo tiene todo, pero que a su vez en su interior no tiene nada.

El alcoholismo, la drogadicción, la prostitución son mecanismos de sobrevivencia de los cuales se echa mano para continuar, son vías de escape que alivian el dolor, cualquier adicción es un vehículo para evitar enfrentar el sufrimiento y la cruda realidad y que a su vez se intenta llenar “el vacío que se lleva dentro”. El ser parte de una mara da identidad, da sentido de pertenencia le proporciona un sentido al sinsentido de la vida.

Si entendemos el porqué de la existencia de las maras o cualquier otra manifestación de las ya mencionadas anteriormente deberíamos cambiar la manera en que les condenamos, es la sociedad en su conjunto la responsable de su existencia; así como, buscar y poner en práctica los mecanismos que permitan reducir y detener la reproducción de este mal congénito que rebasa todo entendimiento racional y que contradice la existencia del ser humano.

Lamentablemente nuestra sociedad, como en todo el mundo se materializa cada vez más, obligando a quienes se dejan atrapar, que son la mayoría, a considerar el valor de la vida por lo que se tiene, por lo que se acumula, no importando los medios “el fin justifica los medios”, dijo Nicolás Maquiavelo. La deformidad interior del ser humano es comprensible porque existen razones que la provocan, detengamos este flagelo que hace infeliz a una gran parte de la humanidad, y que a su vez pone en peligro nuestra integridad física. Empecemos por nosotros mismos, nuestros hijos son producto de lo que hemos hecho y dejado de hacer.

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