Danilo Santos

Para relatar el Infierno Dante tuvo que observarlo. El “Ante Infierno” tiene más gente de la que podemos imaginar, los inútiles están por todos lados, copulando con los indecisos y pariendo generaciones y generaciones de autómatas incapaces de tomar la decisión de avanzar hacia las profundidades del fuego o elevarse al tan sobrevalorado cielo; malviviendo en el mejor de los lugares.

El “Limbo” es eso mismo, y al final quizá los que ahí permanecen verán lo mismo que los demás… Los “lujuriosos” mis preferidos, están quizá disfrutando más de lo que se les castiga: ya sin hipocresía ni convencionalismos, el fuego y la tortura son placer, las ataduras no existen al igual que la libertad, paradoja de quienes disfrutan este círculo; esclavos de sí y libres de los demás.

Los golosos revolcándose en el lodo desearían comerse hasta la culpa para terminar con el frío que les moja y lubrica las ganas de seguir y seguir hasta reventar. Y nada mejor que empujar el peso de lo que nos ancla el alma, ese cuarto círculo también está lleno, no termina de engullir ánimas, llega al útero mismo a esperar su alimento.

Iracundos y perezosos están un poco más allá de la mitad del camino, su hervidero de motivos para la ira o el desgano los tiene donde están, celebrando sus estúpidas batallas o lamiéndose la entrepierna. El que contradice siempre será castigado y estará más cerca del fuego que atiza sus desacuerdos: el propio Belcebú está donde lo puso su rebeldía.

Los violentos, esos que brotan después que les negamos por siglos la condición de humanos, el alimento y la dignidad, esos seres despreciables que son nuestro mejor resumen, se ahogan en la sangre hirviente de sus víctimas, entumecidos por siempre y silenciados, mordidos por la perra y hambrienta vida. La arena ardiente o la lluvia de fuego, ambas son lo que tenemos en común con ellos aquellos que creemos estar más allá del bien y el mal, pero por dentro la culpa nos carboniza el alma.

Proxenetas y embaucadores, aduladores, los que venden el perdón, charlatanes, funcionarios corruptos, hipócritas, ladrones, malos consejeros, los que siembran discordia y falsificadores. Por último, los traidores. De todo hay en nuestro “bello y horrendo país”, esta Dantesca realidad solo necesita de una buena crónica, no es necesario recurrir al suplicio de los dolientes de la “normalidad” guatemalteca, reproducir un niño cadavérico que muere de hambre o escarbar en la amargura de quien reza a media calle arrodillado frente a un familiar asesinado.

Vivimos en el infierno: lo sabemos. Cómo deshacer los círculos que nos engullen, relatar sin morbo y sin malicia, dejar de refocilarse en nuestra realidad y reinventarlo todo, el cielo, el infierno y sobre todo esta “primavera con una esquina rota”, eso es lo que nos debería ocupar.

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