Juan Jacobo Muñoz

Eso que hacés de algo te sirve.  No quiero decir que sea bueno o que te guste; solamente quiero decir que te sirve. Pero está bien, nadie entiende su vida solo pensando o mojándose los pies sentado en la playa, todos de alguna forma vamos a la reventazón.

No creo que muchas veces la gente dijera, “lo que yo hago está bien”.  Seguramente diría que lo justo es otra cosa.

Ya entendí de qué se trata vivir; de la propia interpretación de la historia y de la propia expresión de la histeria.

Al final de cuentas, la mayoría de lo que uno dice lo está inventando, no son más que especulaciones.

Cuando uno ve a esos desalmados, lo que ve es eso, que no tienen alma.  Nada bueno trae engancharse con seres de tanta infelicidad y tan poca luz.

Cómo siento que tus penas sean esas, pero al mismo tiempo me alegro de que esas sean tus penas, aunque entiendo que no hay pena pequeña.

Vivir amargado es como insistir en que no lo invitaron a uno a la fiesta de la vida.

Dar y recibir, son dos manos; una da y otra recibe.  Que se junten dos que dan, sería la mejor opción porque ambas darían y ambas recibirían.  Pero una podría sentir que dar al que tiene, no le enaltece.  Allí empieza la perversión, buscar afanosamente a una que solo reciba.  Dar y recibir no es bueno ni malo, inocente o corruptamente se da o se recibe.

La adaptación es lo mejor y lo peor que tenemos.

Estamos en el centro de nosotros mismos, a donde nadie llega. Rodeados de círculos concéntricos donde los más queridos se encuentran más próximos, pero nunca en el núcleo donde siempre estaremos solos. Es el espacio de la intimidad, un espacio sagrado y divino, posiblemente donde podríamos encontrar a Dios.

Muchas veces hace falta algo porque no hay alguien.  Es fácil irse de boca por algo o por alguien.

Todos debemos asumirlo, no hay inocentes.  Nadie es un lienzo donde los demás pintan a su gusto.  Siempre hacemos algo participando en el melodrama, creando relaciones caprichosas, abriendo brechas, hurgando grietas. Al final, todos terminamos siendo víctimas, pero eso no les importa al capricho, el alivio y el control.

Claro está que uno siente los golpes, pero es necesario no ceder a la tentación de sentirse la explicación de las conductas violentas de otros.

Hay demasiadas cosas verbales, no nos comprometemos con los significados y a las palabras solo las manoseamos sin amarlas ni creer en ellas.

No somos sentimentales, somos emocionales. El sentimiento requiere reflexión, desprendimiento y empatía. Si actuamos con egoísmo habrá sido una reacción emocional, y nuestra mente se coludirá con la emoción para sentirnos menos mezquinos. Ser razonable sería renunciar a las emociones pero todo dejaría de ser emocionante.

Cada tendencia del comportamiento funciona como una entidad con vida propia. De no ser así, no actuaríamos como poseídos.

Creo firmemente, que el niño que uno era, le entrega al adulto que uno es, su vida; como algo sagrado que muchas veces no sabemos apreciar.

Tal vez me vea mal diciendo esto, pero hay que buscar la mentira detrás de cualquier verdad absoluta.

Hay demasiada gente en el mundo mal ojeándole a uno la muerte, cuando lo que uno quiere es morir tranquilo.

Entre el hastío y la búsqueda de sentido que a veces parece esquivo, paso la vida como cualquier Estragón, esperando a Godot. De pronto y no es tan mala la nada, o ser nada.

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