La comparecencia de la Ministra de Relaciones Exteriores al Congreso, citada por la comisión específica de esa materia, deja como conclusión que se ha llegado a niveles nunca vistos en cuanto a incompetencia e incomprensión de los asuntos bajo la competencia de esa funcionaria, lo cual no debiera ser motivo de sorpresa porque lo mismo ocurre con la Presidencia de la República que ha dado muestras terribles de incapacidad, corroborando el dicho de que el pez por la boca muere.

No es que nunca hayamos tenido presidentes ineptos, ni de que los anteriores cancilleres hayan sido todos dechados de conocimiento del derecho internacional y de las relaciones bilaterales y multilaterales, pues por esos despachos han pasado especímenes de ignorancia enciclopédica; el más conspicuo hasta ocupó tanto la Cancillería como la Presidencia de la República, pero con todo y tan ostentosa incapacidad e ignorancia, no llegaron a los niveles que estamos presenciando ahora. La titular de Relaciones Exteriores no es la única funcionaria que causa vergüenza ajena en este gobierno, pero sí es la que conduce nuestra comunicación con el resto del mundo y obviamente no quedamos bien parados en tales condiciones.

Sobre todo porque nuestro servicio exterior se encuentra condicionado por una dirección errática y sin sentido, aunque justo es decir que hay varios embajadores que hacen coro con entusiasmo para impulsar las “políticas” del Ministerio de Relaciones Exteriores como ocurre, por ejemplo, con el representante ante Naciones Unidas que ha sido uno de los artífices principales de la decisión de declarar persona non grata al Comisionado de la CICIG y quien no ha tenido empacho para ponerse de alfombra de la gente incompetente.

En medio del galimatías de ayer, la Ministra de Relaciones Exteriores dejó en claro que siguen estudiando el mandato de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, que la labor de zapa está encomendada al embajador Skinner Klée, hijo de quien patentó la noción de la ignorancia enciclopédica, pero que no están pensando en cambiar el mandato. En otras palabras, tendremos que suponer que están dedicando horas y horas al estudio de ese acuerdo con Naciones Unidas simplemente para entenderlo, lo cual puede ser comprensible dado el marco en que realizan sus labores.

Guatemala ha tenido autoridades patéticas en el transcurso de su historia, pero lo que tenemos hoy está fijando un nuevo parangón que será difícil de superar porque es obvio que, como pasa tan frecuentemente, a la ignorancia supina se tiene que agregar la arrogancia absoluta de quien ni siquiera entiende que no entiende nada.

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