La actitud del Gobierno hacia el comisionado Iván Velásquez y la CICIG no es ningún secreto pero demostrando muy pocas entendederas, la Cancillería se empeña en mantener el conflicto ante la opinión pública con cartas tan babosas como la que una evidentemente nada ilustrada viceministra envió para notificar que se había dispuesto mantener la validez de la visa ya otorgada al titular de la Comisión, pero instruyéndolo para que no se inmiscuya en asuntos internos de Guatemala.

Es obvio que ni el Presidente ni nadie en la Cancillería se ha tomado la molestia de leer el acuerdo que suscribieron nuestro país y la Organización de Naciones Unidas para darle vida a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, puesto que justamente lo que se pretende es que esa Comisión, con su titular al frente, se inmiscuyan en asuntos internos para resolver nuestros serios problemas de impunidad derivados de la operación de importantes aparatos clandestinos que manejan la corrupción en el país. Nada es que queden como ignorantes, porque eso viene a ser apenas una mancha más al tigre, pero el efecto que esa torpe e inútil advertencia tiene en la percepción de quienes están preocupados por la agresiva lucha para terminar con el esfuerzo anticorrupción en Guatemala es gravísimo, porque corrobora que Jimmy Morales y su gente no cejan en su empeño por arrinconar a una posición inútil a Velásquez y la gente que con él trabaja.

Ayer mismo en Washington se conoció la carta que dos congresistas, un republicano y un demócrata, enviaron al secretario de Estado urgiéndolo a tomar medidas que incluyen la supresión de la visa para entrar a Estados Unidos, de aquellos que se manifiestan en contra de la lucha para combatir la corrupción. Justamente el papel que está jugando todo el Gobierno, incluyendo desde luego a los tres ministros que renunciaron para lavarse un poco la cara y siguieron en funciones pese a que su jefe, el Presidente, ordenó que le revocaran la visa a Iván Velásquez y ahora ordena que se le haga saber que no tiene que inmiscuirse en asuntos internos. El que se hayan unido a los sobalevas que viajaron al Distrito de Columbia para chaquetear al nuevo Embajador durante el acto privado de su juramentación, no quita que sean parte der un régimen empeñado, a todas luces, en ponerle fin al esfuerzo por depurar nuestras instituciones.

La Cancillería ha tenido abundantes épocas grises en nuestra historia, pero con ese personal posiblemente esta sea la más negra de la diplomacia chapina que nunca ha brillado.

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