Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Desde el pasado domingo varios colegas expresaron su preocupación por lo que sintieron que era una agresión contra el gremio de los periodistas por la captura de Juan Luis Font; se publicaron y dijeron muchas cosas sobre si había mala fe de las autoridades al consignarlo por conducir bajo los efectos de licor. Ayer mismo, Juan Luis hizo ver que asumía plenamente la responsabilidad en que había incurrido cuando decidió manejar con tragos, dejando sin materia, como se dice legalmente, las advertencias que algunos se apresuraron a hacer sobre el riesgo de que el asunto fuera parte de un plan orquestado contra los periodistas.

Siempre he dicho que los guatemaltecos tenemos que asumir nuestras responsabilidades y tenemos que dar la cara con entereza cuando incurrimos en error, falta o delito. Vivimos en un país donde existe una enorme cultura de impunidad, misma que está muy vinculada a todas las formas de poder que existen porque mientras más poderosa es alguna persona sin duda que tiene más conectes y agarres para evitar acciones de la justicia. Una de las cuestiones esenciales de la formación de nuevas generaciones, si pretendemos que nuestro país cambie, es que debemos enseñar a las nuevas generaciones que toda acción trae consecuencias que debemos enfrentar sin excusas ni pretextos.

Nadie está libre o exento de cometer errores y muchas veces éstos trascienden el simple sentido de un actuar equivocado para caer en situaciones que nuestra legislación tipifica como faltas o delito y es entonces cuando mientras más poder tiene una persona, mayor es también su obligación de rendir cuentas y de asumir sus responsabilidades Si desde niños enseñamos a nuestros hijos que podemos hacer lo que se nos venga en gana sin que haya consecuencias, construimos precisamente el país que tenemos y es penoso ver que hasta los que por vocación o negocio se dedican a formar a nuestra juventud, escabullen su responsabilidad y enseñan a sus pupilos a hacer lo mismo, inclusive llegando al colmo de contratar abogados que los preparan para que ofrezcan testimonios que protejan a los supuestos educadores que no cumplieron con sus deberes.

Juan Luis Font, arropado por mensajes de colegas que se apresuraron a plantear su defensa como una defensa de la libertad de expresión, pudo hacer lo que se hace siempre y victimizarse para culpar a la autoridad de acciones incorrectas. En cambio, hizo lo que como ciudadanos debemos esperar siempre de la gente correcta, asumiendo su responsabilidad y, de paso, le dio un buen ejemplo no sólo al gremio periodístico, sino a la ciudadanía en general para empezar a desmontar ese sentimiento que ha normalizado la corrupción, la violación de la ley y que se expresa en lambisconerías como aquella que pinta cual falta de respeto que se trate de aplicar la ley a algún poderoso.

Nadie está libre de incurrir en errores que pueden ir de muy leves a muy graves. Pero en uno o en otro caso no caben excusas ni vanas justificaciones cuando lo que corresponde es asumir la responsabilidad y cumplir la pena si así corresponde.

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