Juan Antonio Mazariegos G.

Esta semana nuevamente fuimos testigos de una patética defensa de un sistema político nacional, podrido y repulsivo que cada vez tiene más detractores, cuando los diputados que conforman la comisión electoral del Congreso de la República trataron de argumentar razones para impedir la democratización de la política, de los partidos políticos y de los puestos que ellos mismos detentan.

Al amparo de señalar el peligro de que los comités cívicos podrían convertirse en un canal para el ingreso del narcotráfico y el crimen organizado al Congreso de la República o que las listas unipersonales no es posible que sean entendidas por nuestra población, para cuyo ejemplo Mario Taracena de la UNE llegó al extremo de utilizar una papeleta estilo papel de baño, dejaron patente lo que para los diputados representan las aspiraciones de transformar nuestro sistema democrático que ostenta la mayoría de los guatemaltecos… nada.

Evidentemente, no tienen ganas más que de reírse de todos y sus comentarios, pruebas y argumentos reflejan su deseo de perpetuar el único sistema en el que saben que pueden sobrevivir.

Una de las indispensables bases de cualquier reforma al sistema electoral y de partidos políticos pasa por el hecho de abrir la política a todos, que existan comités cívicos que puedan organizarse de manera sencilla y sin barreras, a efecto de que la política nacional no se transforme en un monopolio de unos cuantos, que en todo caso han demostrado con creces y hace rato que nos equivocamos en haberlos elegido.

Para poner en un claro orden los problemas del país, en cuanto a la política, el más grave no es lo que traigan los comités cívicos, el más grave problema de Guatemala es lo que nos trajeron los partidos políticos actuales y que hoy conforma el Congreso de la República, un grupo de diputados que más allá de ostentar el dudoso honor de ser lo peor que nos ha pasado, pretenden perpetuarlo.

En tanto no se presione por verdaderas reformas a la ley electoral y de partidos políticos, no se rebajen las barreras de entrada a nuevos partidos o comités cívicos, no se permitan las listas unipersonales para la elección de diputados o no se cuente con un Tribunal Supremo Electoral autónomo en materia económica y política, estamos perdiendo el tiempo escuchando a estos señores y les estamos dando el gusto de reírse de nosotros sin el menor empacho, con la mayor desfachatez y con la certeza de que ese hueso no se los quita nadie.

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