Juan José Narciso Chúa
La crisis política lleva ya tres semanas y continúa su evolución. Ayer renunciaron otros tres ministros de Estado, lo que expresa con clara precisión que el Gobierno actual se continúa erosionando, lo cual sumado a las palabras del todavía mandatario en la Asamblea de la ONU, en donde su discurso dejó espacio para dejar entrever sus malas y aviesas intenciones en contra de la CICIG, cayeron, otra vez, en el vacío, pues su mandato perdió completamente legitimidad, su persona pasó de ser un inexperto a un auténtico sinvergüenza y su puesto parece que tiene los días contados.
El Congreso de la República, el otro poder del Estado, en su actual magistratura también se desdibujó y desenmascaró con la actuación del miércoles pasado, una actuación que se hizo de espaldas al pueblo y en un contexto que demandaba convertirse en un fiel de la balanza, se lanzó también al vacío, al pretender modificar artículos del Código Penal, que únicamente lo que ganaron fue la repulsa general, la indignación ciudadana y la condena moral del pueblo, que hoy exige la salida de los diputados, como única salida a la crisis actual.
Las actuaciones de ambos organismos sí consiguieron algo positivo. Indignar a la población –tanto urbana como rural–, así como consiguieron aglutinar a distintas expresiones ciudadanas en contra de ellos y del Ejecutivo, una situación que no pudieron obtener cuando se encontraban en el libre ejercicio de sus poderes.
La salida de varios funcionarios del actual régimen continúa mostrando que existe también desacuerdos e indignación ante los hechos recientes, lo cual sumado a la solicitud de la UNE de abrir de nuevo el antejuicio del Presidente –en una actitud francamente oportunista–, configura un ambiente que apunta al relevo del mandatario, lo que implica la asunción del Vicepresidente, quien también presenta serios señalamientos, y potencialmente la renuncia de varios diputados, lo que sumado a la presión ciudadana, puede llevar a un relevo significativo dentro del Legislativo.
Todo ello conlleva a plantear un punto de inflexión en la conducción política del país, que constituye una excelente oportunidad para plantear cambios de fondo, situación que se tuvo en el 2015 y que pudo haber sido aprovechado si las elecciones se hubieran atrasado, como muchos planteamos en su momento. Sin embargo, hoy es otra cosa. La situación es distinta al 2015. La cohesión alrededor de la lucha contra la corrupción y la impunidad es significativa y la ciudadanía –urbana y rural– está cansada de ser engañada por funcionarios, congresistas, jueces y magistrados.
A partir de los cambios es necesario establecer acuerdos que constituyan la plataforma inicial para delinear y generar transformaciones de fondo. Es necesario evitar caer en los discursos que las voces autorizadas de los grupos de interés ya están divulgando, haciendo creer que es necesario rescatar la otrora Instancia Nacional de Consenso y que el 2017 es igual a 1993. No es cierto. El 2017, no es lo mismo del 2015; ni mucho menos con lo ocurrido en 1993, son situaciones similares, pero no iguales, la correlación de fuerzas se ha modificado sustancialmente. En 1993 prevaleció el pensamiento de las élites tradicionales que hoy también se han fragmentado y existen nuevas voces y también nuevos liderazgos que han roto con esa hegemonía que no se transformó a tono con los cambios de la sociedad.
Este es un momento en donde existen también nuevos liderazgos sociales, pues las élites políticas secuestraron la política e hicieron de la misma un mercado de conveniencias entre élites económicas y partidos políticos, que entretejieron su alianza a través de la corrupción y de la impunidad.
No es cierto que si salen los actuales (107) diputados no va a pasar nada, cuidado lectora o lector, no se deje engañar, esto no es más que un embuste para que haya cambios, pero sin que pase nada, pretendiendo que los actuales diputados modifiquen leyes, para que con este Gobierno se llegue a acuerdos, los que señalan éstos justamente responden a los tradicionales poderes económicos que no quieren –otra vez–e, transformaciones de fondo.
Los acuerdos vendrán después, ciertamente incluye cambios en ciertas leyes, pero principalmente debe buscarse pactos para el mediano y largo plazo, que hoy sí deben ser de beneficio colectivo, todas aquellas políticas que apunten al bienestar de la colectividad. Son tiempos de cambio, son tiempos del pueblo, la plaza hoy rescata su legitimidad, la ciudadanía debe estar consciente que es su momento, que su participación –directa e indirecta– es el factor de cambio.
Hoy es el 20 S, hoy es el gran paro nacional, hoy se puede escribir el futuro de nuestra sociedad, a partir de hoy todo debe apuntar al cambio, a la transformación de fondo. Hoy, cuando mi columna salga, el pueblo habrá hecho tronar sus reclamos y su voz. Hoy queremos otro Congreso y también otro régimen. Su oportunidad la tuvieron y la desperdiciaron, no son legítimos interlocutores, su salida es la única opción, no hay discusión. Hoy es el tiempo del pueblo. Hoy se escribe el futuro.
*Mi corazón con México. Con mucha tristeza pude observar las dolorosas imágenes de las secuelas del terremoto en México. Guardo un enorme cariño con este país y su pueblo que me cobijó. Solidaridad con su gente, apoyémosles.