Mario Alberto Carrera

6 de septiembre.
En algún diario impreso leo que se ofrecerá conferencia sobre el objetable y controvertido “marquesado nacional”, nido del “aycinenismo”, cuya raíz fue y es “la patria del criollo”, que, ya antes de la concesión del título fertilizó y robusteció –con su doctrina ¡y por varios siglos!– Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán en la Recordación Florida.

El “marquesado nacional” –nacional porque fue y es el único que se otorgó a Guatemala– es, para unos, timbre de nobleza y, para los que sabemos cómo se cabildeó el título, causa de bromas carnavalescas.

Para empezar, el primer marqués no fue más que arriero, oficio que ejerció inicialmente en México y luego en Guatemala -él y sus descendientes– que pasaron después a ser propietarios de vastos territorios. Herencia de “la patria del criollo”…Con las décadas arribaron a la cima de “primera familia” del país. Es decir, troncón de “las familias”, con el mismo sentido de familia que en la mafia siciliana.

No está mal el cambio: de arrieros de mulas a marqueses… por gracioso gesto de su majestad Carlos III que, cuando se dio cuenta de que sus colonias estaban madurando la emancipación, quiso acercarse a los criollos subversivos (que eran casi todos) y para tal acercamiento dispuso ¡al fin!, conceder títulos nobiliarios a las Américas: condados y marquesados. A “la patria del criollo” –por antonomasia– le tocó uno de ellos. De manera que no hay mucho de que envanecerse si se confiere un marquesado porque tenemos el mejor negocio y recua de la capitanía para el transporte de mercancías.

Marqueses y padres del “aycinenismo”. “Aycinenismo” es la formara discriminadora -en todos los sentidos- del neo criollo o del ladino con pisto que, por lo mismo, ve como excremento al indio en especial y al ladino o mestizo pobre en general. Hago la recordación yo también del marquesado y del ¿prócer? Mariano de Aycinena, patológicos gérmenes de la ¿Independencia?

7 de septiembre.
¿Existe en Guatemala la libertad de prensa, esto es, la libre emisión del pensamiento, que dizque garantiza el artículo 35 de la Constitución? Porque una cosa es garantizar y otra que, en la realidad cotidiana, tal garantía se realice, se vea de bulto en los medios. Hace muchos años que vengo pregonado que aquí en Guatemala se limita descaradamente la libre emisión del pensamiento.

La libertad de prensa es una falacia del tamaño de la catedral porque ella –en cada medio– es la que impone el dueño o director del mismo, en función del anuncio que le llegue o no de parte del Gobierno o de grandes empresarios “Quien paga la orquesta manda en la fiesta” y limita u otorga libertad, ¿o no? Y luego viene la autocensura, porque todos los que participamos en los medio sabemos hasta dónde llegar, para no disgustar al propietario, malquistarnos con él y ser despedidos o borrados de la lista de columnistas por revoltosos y “antisistema”, como este servidor de usted, lector.

Se me viene todo este barullo a las mientes -otra vez- por estar en el mes de la Patria y ver en los estantes de mi biblioteca la colección de El Editor Constitucional y de El Amigo de la Patria, creados para ser tribuna al servicio de los liberales y los conservadores –respectivamente– pre y post “Independencia”.

Estos dos periódicos –al servicio de– nunca estuvieron limpiamente por la Independencia ni ejercieron por lo mismo la libre emisión del pensamiento. Al final, los dos diarios acabaron en manos del “aycinenismo”, hasta que llegó Mariano Gálvez. Pero se me acaba el espacio. Otro día le hablo más de esto, lector.

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