Félix Loarca Guzmán

En estos días, numerosas personas, especialmente escolares, hacen demostraciones de fervor patrio con antorchas, desfiles y otras actividades, con motivo de los 196 años de la mal llamada independencia de España el 15 de Septiembre de 1821.

Las diversas investigaciones históricas, especialmente las realizadas por el Maestro Severo Martínez Peláez, demuestran que tal acontecimiento no fue más que una farsa, y que lo que hubo fue la independencia de los criollos, pero no del pueblo pobre y explotado, integrado esencialmente por indígenas y mestizos.

En 1821 había una pugna entre dos grupos de españoles. Por un lado, estaban los españoles peninsulares, o sea los nacidos en España. En la otra esquina, estaban los criollos, palabra que designaba a los hijos de españoles nacidos en América, sin ningún mestizaje.

Según Severo Martínez, muchos de los ciudadanos nacidos en España eran aventureros que por su inmediata procedencia de España tenían aires de superioridad y le daban a la palabra criollo un tono decididamente despectivo.

Los españoles peninsulares ejercían el poder gubernativo con la bendición de la Corona de España. Los criollos tenían celos del poder que ostentaban los peninsulares y decidieron promover un movimiento para despojarlos del mismo. Este es el marco en el que se produce la mal llamada independencia.

Luego de ese acto político, los criollos logran consolidarse enarbolando la bandera de su emancipación de España, pero tal hecho sólo favorece a ese grupo social, en el cual sobresalían los terratenientes.

Severo Martínez recuerda que los criollos favorecieron la independencia convencidos que la misma no representaría la liberación económica de las masas campesinas, sino solamente el paso a su dependencia exclusiva. (De ellos, los criollos).

Asimismo, enarbolaban la libertad de producción y de comercio para vender sin obstáculos y a mejores precios sus productos de exportación, particularmente el añil y el tabaco.

En resumen: la independencia no fue más que la sustitución de un grupo poderoso por otro, pero que no benefició ni a los indígenas ni a los mestizos.

Actualmente, Guatemala es un país dependiente de la Metrópoli del Norte, cuyas empresas transnacionales literalmente están invadiendo todas las esferas económicas, comerciales y hasta políticas. Diariamente se llevan nuestras divisas para fortalecer el desarrollo estadounidense, mientras en nuestro medio campea la pobreza, el hambre y la desnutrición.

 

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