En un torpe galimatías, la Comisión Pesquisidora que se formó para conocer de la solicitud de antejuicio contra el presidente Jimmy Morales dictaminó a favor de que se le revocara ese derecho, pero agregando que no encontró pruebas de que el mandatario, en su calidad de Secretario General del partido FCN durante los meses de campaña, hubiera incurrido en malos manejos del financiamiento electoral. Justamente para buscar pruebas es que el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala solicitaron el antejuicio, puesto que la inmunidad no permite que se hagan investigaciones y si hubieran aportado pruebas se pudo decir, con razón, que no se respetó el derecho de antejuicio y que se cometió el abuso, verdadero abuso, de investigar a una persona que goza de inmunidad.

Pero es imposible pedirle peras al olmo y por ello no cabía ninguna expectativa de que en el Congreso se dispusiera levantar el antejuicio precisamente para que puedan realizarse las investigaciones que ahora no se pueden hacer por esa protección especial que la Constitución ofrece a algunos funcionarios de alto nivel. La investigación del Presidente tendrá que esperar a cuando ya no goce del derecho de antejuicio, pero para entonces esperan ya tener un MP domesticado.

Era una decisión cantada que habían adelantado varios diputados que veían imposible reunir los 105 votos necesarios para permitir la investigación penal de las responsabilidades del mandatario. Y lo era porque se trata de una decisión crucial en la que tiene que estirarse la chamarra de la impunidad para tapar a mucha gente, incluyendo a los mismos diputados y para asegurar que el sistema cuidadosamente construido para facilitar la corrupción basada en la más amplia impunidad, no sufra nuevos reveses. Suficiente con lo que ocurrió en el 2015 y los poderes fácticos no están dispuestos a que se siga avanzando para desmontar una estructura tan bien montada, tan especialmente perfeccionada a lo largo de varios gobiernos en los que se ha llegado a sofisticar el saqueo de los recursos del pueblo.

Por supuesto que en medio de la polarización ideológica artificialmente impulsada, puede decirse que la derecha derrotó a la izquierda, pero la verdad es que los pícaros lograron un triunfo frente a los ciudadanos que dicen creer en la decencia y la honestidad como valores fundamentales de la vida social. Esta no es una pelea entre corrientes de pensamiento político, sino entre corrientes éticas y morales en las que los menos decentes han logrado apoyo de alguna gente respetable al usar el petate del muerto del izquierdismo.

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