Alfonso Mata
Corría el año 1808 en la Capitanía General del Reino de Guatemala. Napoleón invade España y eso hace entrar en nerviosismo y convulsión política a la Hispanoamérica. Cunden los temores y las sospechas “los franceses pueden azuzar a las colonias y sublevarlas” y eso paniquea a las autoridades y, efectivamente, las ideas liberacionistas caen y seducen a criollos, estudiantes, clero y gremios. Panfletos y volantes empiezan a circular en la capital y principales ciudades del Reino, de tal manera que se establece “el tribunal de infidencia” con el objeto de “descubrir y castigar a los posibles emisarios franceses y sus simpatizantes.”
Bajo ese ambiente de temores cae preso el 6 de mayo de 1809 un mulato de color: Agustín Viches, vecino de la ciudad de Guatemala, nacido en León, Nicaragua, peluquero, acusado de incitar la rebelión contra el gobierno español y por lo que se narra en su proceso, un hombre de mediana edad, de educación nada despreciable, a quien la plebe consideraba un oráculo y los de su clase un hombre rico, cosa confirmada al registrarle e incautarle sus bienes formados de joyas, numerosos libros y de saberlo aficionado a la lotería, con altas sospechas de ser prestamista y devoto de la virgen de Guadalupe.
Inmediato a su detención, testigos que declararon, dijeron que el “negro Viches” negaba la función de la junta de gobierno de España; que afirmaba que la América pertenecía a Francia; que era una persona que ejercía influencia en el bajo pueblo. Se le toma confesión el 11 de mayo y niega todos los cargos. Se encara con los testigos y los desmiente. Lo cierto era que nuestro peluquero, había mantenido correspondencia con altos personajes del Virreinato de la Nueva España y él aducía -como se lee en su correspondencia- que lo hacía para que le compraran billetes de la lotería de la Nueva España y de la rifa a beneficio de la construcción del templo de la virgen de Guadalupe, de la ciudad de México.
Resulta que Agustín también tenía un pleito comercial que no progresaba, por lo que se le ocurrió quejarse al secretario del virrey de México (él le enviaba los billetes y lista de lotería) para que solicitara pronta justicia a su majestad; pero el secretario le contestó, que le era imposible ayudarle en el asunto con su socio, pues el rey estaba preso y entonces a Agustín se le cruzó escribirle directamente a Napoleón sobre su asunto. En los tribunales nunca se le encontró culpa alguna ni que fuera escritor de libelo o pasquín alguno. De tal manera que su procurador, en julio de 1809, solicitó su excarcelación bajo fianza y como cárcel la ciudad, fundándose en que estaba “sumamente enfermo y enflaquecido por la prisión”. Los jueces ordenaron al protomedicato y médico de cárcel doctor Narciso Esparragoza y Gallardo (gloria de la medicina guatemalteca) que certificara y éste certificó que Viches estaba enfermo del estómago y débil de pulsos, debido a la vida sedentaria de la cárcel y a su mala ventilación. El fiscal ordenó fuera trasladado al Real hospital, pero Agustín cuando lo supo, pidió hablar con su procurador que luego comunicó a la Real Sala del Crimen, que su cliente se oponía al traslado porque “en el Real Hospital se exponía a mayor peligro por las calenturas que ahí se padecen y llaman hospitalarias” e insistían tanto el procurador como Agustín, en la excarcelación y se sobreseyera la causa, ya que estaba probada su inocencia.
Lo cierto es que el caso se pierde en 1812 con Agustín preso. El último trámite del caso es un escrito del depositario de los bienes de Agustín, quien informa que estos están deteriorados y a partir de eso, se ignora y se pierde la historia de este personaje.
Muerte civil, de quien molesta al gobierno ¡sorprendente! nunca se aclaró su culpabilidad y lo que queda en claro del motivo de su prisión, es el temor de las autoridades de que fuera una chispa de manifestación de rebelión. El fiscal siempre vio en Viches, un pobre hombre que no pudo ser excarcelado, por las graves circunstancias políticas que atravesaba el Reino.