Juan Antonio Fernández
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Queda claro que 2015, lejos del anhelo popular de representar una ruptura al sistema se ha tornado en una fisura que empieza a hacerse notar en algunos sectores de la añeja estructura guatemalteca. Casos excepcionales como el papel del Juez Miguel Ángel Gálvez, las actuaciones del Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, en particular sobre las investigaciones y causa penal por casos de corrupción son una muestra de ello. Ahora en agosto 2017, se suma otro acontecimiento de gran relevancia para la vida nacional: la expulsión de los grupos de infiltrados que tuvieron secuestrada por casi dos décadas a la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) “Oliverio Castañeda de León”. Este proceso de liberación fue conducido por la vanguardia más preciada de la máxima casa de estudios: el movimiento estudiantil.
Sin duda, las jornadas previas a las votaciones no dejaron de estar marcadas por intentos de las estructuras del pasado para que no se llevaran a cabo las elecciones y en las fechas de los comicios tratar de instaurar mesas paralelas. Pero el nivel de organización desde el Consejo Electoral Estudiantil Universitario y la observación interna de los estudiantes, además de organizaciones de derechos humanos, permitieron que se llevara todo con regularidad. En el evento votaron más de 15 mil estudiantes del área metropolitana. Los resultados dan cuenta que la Planilla 2 FRENTE, bajo el liderazgo de Lenina García fue quien obtuvo la mayoría absoluta con el 62% de los votos válidos, le siguieron la Planilla 1 RETO (23%) y MEUC (15%). La Planilla 4 vinculada al pasado (0%). Vale la pena destacar tres elementos iniciales: i) La existencia de un consenso entre las tres primeras planillas en torno a la celebración de elecciones libres; ii) La utilización de mecanismos internos de la Universidad para llevar a cabo el recambio; iii) La conciencia en el estudiantado en dejar fuera a los grupos del pasado.
Es importante apuntar que el proceso se desenvuelve en un contexto de fisura política en Guatemala –como ya lo he indicado-, pero también bajo la influencia de la vida de la metrópoli, las tecnologías de información y telecomunicaciones –TIC- y una lucha por la memoria y la justicia por los crímenes del pasado. A su vez en un contexto a otro nivel, donde la globalización neoliberal y sus formas extremas, los intentos de homogeneización cultural y las luchas desde los movimientos sociales han cobrado gran notoriedad durante el siglo XXI; los desobedientes e indignados en el centro y la periferia son una muestra de ello. Volviendo al caso, me parece notoria la capacidad de los nuevos sujetos de la acción colectiva en movilizarse y sentarse ante el poder para demandar por cambios, renovación y exigir el respeto a la legalidad; pero también la capacidad de comunicación política innovadora, fueron capaces desde las TIC de adaptar a nuestro tiempo un símbolo de las luchas estudiantiles anteriores parte de la memoria y narrativas universitarias: Oliverio. Identidad, mito y acción colectiva se hicieron presentes.