Félix Loarca Guzmán

En su libro Desde el cuartel, el coronel Edgar Rubio Castañeda recuerda que John Adams, el segundo Presidente y llamado Padre Fundador de los Estados Unidos, dijo hace más de dos siglos que “Hay dos formas de conquistar y esclavizar a una nación: una por la espada, y la otra, por la deuda”.

En nombre de la libertad y la democracia, Estados Unidos ha esclavizado a muchos países del mundo, entre ellos Guatemala que fue víctima en 1954 de una invasión armada auspiciada por el gobierno republicano del presidente Eisenhower, con el pretexto que aquí había un gobierno comunista. Desde entonces, Guatemala no ha podido ser independiente.

Eso es precisamente lo que actualmente está en juego en Venezuela, cuyo gobierno cometió “el pecado” de querer ser libre sin estar supeditado a las órdenes de ningún imperio.

Desafortunadamente, pareciera que Estados Unidos no quiere cambiar. Sus actuales gobernantes están repitiendo la historia de agredir a otros países para favorecer sus intereses imperiales, sin importarles que con esa actitud están pisoteando el Derecho Internacional y los derechos humanos.

Mientras centenares de ciudadanos estadounidenses expresaban su repudio al presidente republicano Donald Trump, al realizar la primera visita oficial a su casa en la ciudad de Nueva York desde que asumió el puesto de Presidente de Estados Unidos, el polémico gobernante norteamericano, se envalentonaba contra el gobierno de Venezuela, amenazándolo con una intervención militar, según él, para restituir la democracia en ese país sudamericano.

Las intimidaciones irresponsables del señor Trump y las confesiones de su vicepresidente Mike Pence, al visitar Colombia el pasado domingo, sobre que Estados Unidos está propiciando una alianza con los países de América Latina para aislar económica y diplomáticamente a Venezuela, dejan ver sin pruritos su enorme interés en volver a tener hegemonía en esa nación sudamericana, que “coincidentemente” cuenta con yacimientos petroleros que contienen las reservas más grandes del mundo.

Sin duda, los actuales gobernantes de Estados Unidos todavía se sienten heridos porque los intereses de las principales petroleras norteamericanas fueron nacionalizados por el gobierno venezolano, en una clara acción en defensa de su soberanía, destinando las grandes ganancias que antes se iban al extranjero, para promover el desarrollo en beneficio de los venezolanos.

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