Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ya somos una sociedad violenta a fuerza de tantos años de ir viendo cómo todos los problemas, grandes o pequeños, se resuelven a la fuerza sin descontar la socorrida práctica de recurrir a sicarios que por “módicas sumas” se encargan de eso que de manera eufemística llamamos aplicar justicia por propia mano, aun sabiendo que ello implica un gran contrasentido porque el concepto de la justicia no tiene nada que ver con esa perversa “limpieza social” o con la venganza que se encarna en la eliminación de quien nos hizo algo o, simplemente, nos cae mal.

En el mundo es notorio que la violencia también gana terreno no sólo por el comportamiento de los radicales islámicos de ISIS que han sembrado terror por todo el mundo, sino por el resurgimiento de grupos radicales de ideologías basadas en el racismo y el odio que se han rejuvenecido en los últimos tiempos y que se convierten en vociferantes. El simple hecho de no condenar el comportamiento de esos grupos extremistas es un espaldarazo para lo que vienen haciendo, no digamos cuando se les equipara irresponsablemente con otros grupos que se han organizado para defenderse justamente de los grupos supremacistas y nuevos creyentes en el nazismo de Hitler.

Son impresionantes las coincidencias que se dan cuando gente sin conocimiento de la historia, sin preparación ni talento, escala a posiciones de poder y desde la tribuna que les ofrece un cargo público se convierten en propagadores de mensajes de odio y violencia.

Viendo cómo el mundo se va polarizando tanto en el tema ideológico que parecía reducido a expresiones menos graves tras el fin de la Guerra Fría y la desaparición de la Unión Soviética como estandarte del marxismo, preocupa que haya tanta gente ignorante que no se percata del efecto que esa nueva ideologización puede tener en términos de dificultar otra vez la convivencia en las distintas sociedades.

Y cuando algunos de los que por cuestión de cargo son líderes o referentes de las sociedades actúan sin sentido de responsabilidad recurriendo a mensajes que incitan al odio y la violencia, debemos preocuparnos y no tomar a la ligera esas situaciones que puede derivar en verdaderas tragedias.

Aquí no hace falta nada para provocar estallidos, sobre todo porque ante la crisis del sistema administrativo nacional y del sistema de justicia, el ciudadano se ve tentado a administrar su propia justicia mediante el uso abusivo de la fuerza. Si a ello sumamos expresiones que no tienen nada de chistosas y mucho menos de bromistas, llamando a la gente a propinar morongazos a diestra y siniestra, por supuesto que hace falta una condena legal, pero sobre todo una condena moral para tal tipo de comportamientos que en nuestro medio se terminan aceptando porque tenemos un pueblo que ya no se inmuta ni ante estupideces de ese tamaño y juzgadores que le tienen evidente pavor a las reacciones de esos “bromistas” que en el pasado usaron a gente como Lima Oliva para que también repartieran morongazos de otra clase a discreción.

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