Juan Antonio Fernández
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En una de estas tardes lluviosas del trópico tuve la oportunidad de asistir a una de las pocas presentaciones del documental Encontrando a Oscar –historia en torno a la masacre de Las Dos Erres–, realizado por importantes productores cinematográficos de la meca del cine norteamericano –Hollywood– y proyectada en el antiguo Cine Lux de la capital de Guatemala, ahora Centro Cultural de España. Evento bajo la conducción de la Fundación de Antropología Forense que contó con la audiencia de reconocidas personalidades del ámbito estatal relacionados con la justicia, el resarcimiento y la memoria histórica, dentro de ellos jueces, magistrados, comisionados; también estaban académicos, investigadores, docentes, profesionales y estudiantes universitarios, familiares de víctimas y sociedad sensible a la temática, quienes se hicieron presentes ante el significado para la memoria de nuestro país, pues son hechos trágicos poco conocidos y su difusión definitivamente contribuye a sanar las heridas de un pasado al que “Nunca Más” hemos de retornar, como decía Monseñor Juan Gerardi.

Pero ¿Cuáles fueron condiciones socioeconómicas y contexto que llevaron a estas familias de Las Dos Erres a ubicarse allí en El Petén? Es importante indicar que los habitantes del parcelamiento en su mayoría eran originarios del oriente del país con deseos de buscar nuevas oportunidades en otros destinos. Ellos, campesinos sin tierra, pero con una arraigada tradición ganadera y de producción agrícola de subsistencia junto a millares de indígenas y mestizos llegaron a colonizar Petén. Principalmente impulsados por la pobreza buscaron en los proyectos de la Empresa Nacional de Fomento y Desarrollo Económico de Petén –FYDEP– cumplir con la ilusión de ser propietarios de una pequeña parcela de tierra. Hay que señalar que dentro de esta política pública no solo se le hizo entrega de pequeñas porciones de tierra a campesinos pobres, junto a ellos fueron beneficiarios con grandes fincas: familias tradicionales de la capital y Cobán, políticos, militares y ganaderos del oriente, entre otros. Este fue el contexto en el cual estas familias en teoría se hicieron pequeños propietarios, pues el 76% de los expedientes hasta el cierre del FYDEP se encontraban en trámite. (Millián, Grunberg & Cho, 2002)

Cabe mencionar que allí estaba Don Tranquilino Castañeda, quien sobrevivió a esta masacre donde perecieron 201 personas entre hombres mujeres y niños a manos de la fuerza elite del Ejército en diciembre de 1982. Dentro de este drama de vida este hombre de manos fuertes y mirada amable vivió el dolor de la perdida de una familia. Y aunque más de tres décadas tuvieron que pasar, la incansable lucha por la verdad de organizaciones, familiares de víctimas e investigadores del Ministerio Publico dieron un destello de luz en la vida de este campesino de Jalapa. Existían sobrevivientes y uno de ellos era su hijo. Oscar al igual que el padre buscó otros destinos, esta vez más al Norte, procurando una mejor vida para su familia. Esta es la increíble historia de Oscar y Don Tranquilino donde la vida y Dios les han dado una nueva oportunidad al reencontrarse.

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