Ayer se conoció la remoción, revestida en forma de renuncia, del Ministro de Desarrollo Social que, como todos sus colegas de Gabinete, ha sido incapaz de avanzar y ejecutar honestamente el presupuesto asignado a la cartera con el argumento de que es difícil gastar el dinero por la existencia de los “controles” que establece la normativa de compras y contrataciones del Estado. En el caso del señor Moreno se han estado peloteando con otras dependencias sobre la falta de un censo que facilite la entrega de los aportes de política social del Estado.
Personal del Ministerio nos informó, proporcionando algunos documentos, que todo el movimiento tiene su raíz en la esencia misma del oficialismo donde hay diputados interesados en manejar esos recursos sea para los fines comunes de la corrupción o para, en otro giro de la podredumbre, usarlos para fines políticos. En ambos casos el dinero no será bien utilizado porque la existencia de programas sociales debe tener el combate a la pobreza como elemento esencial y no el mangoneo de los recursos como se ha hecho desde que la esposa de Colom los diseñó para que sirvieran de plataforma a su lanzamiento político en busca de la Presidencia de la República.
Es penoso ver que el Presidente de la República se doblega a las presiones de su bancada que no es precisamente ejemplar y que lo hace a sabiendas de que se trata nada más que la colocación de alguien que estará al servicio del partido, lo cual constituye una falta de seriedad dadas las condiciones actuales y la necesidad de ejecutar políticas coherentes con nuestra realidad de pobreza y falta de oportunidades.
La falta de ejecución afecta a todo el Gobierno y bajo el criterio seguido tendría que irse todos y ni siquiera el mandatario se salva porque ha sido él quien ha justificado la incapacidad de su equipo diciendo que por la lucha contra la corrupción no se puede ejecutar nada porque todos tienen miedo de parar en la cárcel. Paran en la cárcel los que están metidos en movidas para embolsarse el dinero del erario y compartirlo con sus conmilitones contratistas que sin empacho ni rubor han capturado al Estado.
Desde cualquier punto de vista podemos confirmar que el Gobierno carece del liderazgo y la claridad sobre lo que se espera de ellos en esta histórica oportunidad que se nos ha presentado para reformar el sistema. Por el contrario, se ve que aprovechan los eternos vicios para su beneficio y eso es terrible porque se frena el impulso para cambiar de verdad.