Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Como se puede confirmar, la economía nacional se encuentra atorada, saturada; los bancos tienen exceso de liquidez y cada vez más es menor la demanda de préstamos y de capital de trabajo.

Si el gobierno, a través de sus autoridades bancarias y financieras, no sabe crear un estímulo adecuado entraremos en una depresión que será el mayor desastre económico guatemalteco de los últimos cincuenta años.

Basta ver los innumerables anuncios de línea blanca, de vehículos nuevos, de televisores que se ofrecen a páginas completas en los medios de comunicación impresos para comprobar que estamos ante un grave peligro por la falta de demanda y no por la falta de oferta.

Por ello, es más que necesario crear nuevas plazas de trabajo; y si bien, no se puede detener la inmigración, por lo menos estimular su reducción.

El dólar con respecto al quetzal continúa perdiendo valor adquisitivo; sin embargo, los precios de la Canasta Básica Alimenticia, de los bienes de consumo diario continúan elevándose por el abuso que de esos precios hacen los pocos productores nacionales y centroamericanos.

El gobierno de la República no sabe cómo estimular la obra pública, tampoco sabe cómo acelerar la compra de insumos hospitalarios y educativos.

No se nos olvide la política de Teodoro Roosevelt que supo estimular la demanda y así sacar a Estados Unidos de la gran depresión de los años 30.
Basta ver cuáles son las tasas de interés para comprender que el pequeño y mediano empresario necesita que el financiamiento bancario se ofrezca al máximo.

La construcción de vivienda necesaria resurgiría a la clase media y crearía fuentes sanas de trabajo que en Guatemala nunca han existido.

Chile, Colombia, Brasil y México han estimulado sus economías y aun así se encuentran en problemas. En Guatemala, el capitalismo popular que pudo haber creado el gobierno del presidente Álvaro Arzú, no se realizó con la privatización de Guatel, de la generación eléctrica, de las distribuidoras eléctricas, situación que en Chile, Perú y Argentina si se produjo. En esos países los fondos de pensiones son copropietarios de no menos del 20% de las acciones de esas empresas de servicios públicos.

De qué nos sirven tres multimillonarios en Guatemala, compitiendo dentro de sí mismos, si miles y miles de guatemaltecos no solo carecen de oferta de trabajo, sino de lugares de inversión que estimulen la producción alterna, que haría que Guatemala se desarrollara de forma positiva y beneficiosa para la gran clase media y no para los poquísimos multimillonarios que no pagan impuestos en el país.

Por esas razones es que la reforma bancaria y el aumento de acciones en los bancos debe de ser revisada por la clase media y ante todo por los accionistas del país.

Ojalá que nos olvidemos de las banderas políticas y pensemos que Guatemala es y será de todos los guatemaltecos, y que los grupos de poder reconozcan que, si no se obra con un gran esfuerzo y estímulo guatemalteco, entraremos en los peores años del siglo XX y del siglo XXI.

¡Guatemala es primero!

Artículo anteriorDe la teoría a la praxis
Artículo siguienteEvitando los extremos