Ayer fueron encontrados los cadáveres de migrantes que estaban en el interior del contenedor de un camión, y en el inhumano “cargamento” iban ciudadanos guatemaltecos que estaban buscando llegar a los Estados Unidos en busca de un futuro más prometedor, como hacen miles de compatriotas y por ello muchos han perdido la vida en el intento por emigrar y muchos otros están desaparecidos en la ruta, temiéndose que el resultado sea igual de trágico que el que ocurrió ahora.

La travesía de los migrantes es inhumana y, evidentemente, muy peligrosa. Tenemos que recordar que quienes toman la decisión de abandonar el país que no les ha generado la más mínima oportunidad, dejan familias, sus tierras y salen a enfrentar cualquier riesgo que les pueda otorgar esa esperanza de un futuro mejor.

En Guatemala muchas veces se dice que los pobres son haraganes. ¿Será que estos migrantes que muchas veces tienen dos o tres trabajos para poder mandar las remesas con que subsiste el país fueron pobres en Guatemala por haraganes? ¿Será que por haraganes arriesgan hasta la vida para ayudar a sus familias?

La verdad es que somos una sociedad que no abre puertas para que sus ciudadanos puedan prosperar y eso es lo que obliga a sufrir la vida a tal nivel, que los riesgos y temores no sean considerados ante la ilusión de una oportunidad; al poner el futuro en manos de los coyotes muestran que los migrantes han renunciado a toda garantía sobre sus vidas para llegar a un sistema que les permita mejorar por medio de esfuerzo, dedicación y trabajo.

Los traficantes de personas pertenecen a estructuras criminales que sin el menor escrúpulo sacrifican a quien sea con tal de no afectar su negocio o de arriesgarse ellos mismos a ser capturados y muchos guatemaltecos han sufrido igual que quienes ayer estuvieron encerrados en la caja de un camión de carga, conociendo la desesperación que, por altas temperaturas, falta de aire, etc., se sufre en esa ruta hacia la esperanza, por lo que lamentamos la muerte de estas personas y de todos aquellos que siguen entregando su vida en la búsqueda de las oportunidades que su propio país les niega.

Este es el costo de la corrupción y la impunidad en que vivimos. Sociedades que se dedican a hacer millonarios a los inescrupulosos de siempre sin darse cuenta que son los ciudadanos comunes y corrientes quienes terminan pagando con la violencia y la pobreza los excesos de los corruptos. Basta ya de estas tragedias. Generemos oportunidades a una vida digna.

Artículo anteriorUna iniciativa que ataca el problema
Artículo siguienteIglesias y Boyd comandan victoria de Tigres ante Mellizos