Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

Todo parece indicar que el presidente Morales es amigo de los arrebatos, de tomar medidas sin haber sido sopesadas o evaluadas con suficiente madurez y tranquilidad lo que bien podría ser producto de su inexperiencia o inmadurez política. Digo esto, cuando me entero de su intención de repetir el decreto del estado de Calamidad, esta vez con el fin que bajo su sombrilla pueda comprar a troche y moche maquinaria y demás servicios colaterales para trabajar en la reparación de las carreteras y atender tanta obra pública más que tiene a la población en las cuatro esquinas, sin poder movilizar sus productos, ni prestar los servicios que representan la parte vital de nuestra economía.

Por lo visto y oído el pueblo ya no se traga tremenda píldora. De sobra sabemos todos que en nuestros país e incluso en los más desarrollados del mundo el negocio de la construcción, reparación y mantenimiento de la obra pública ha sido y sigue siendo lo que ha hecho brincar del petate al Cadillac a tantos políticos, funcionarios, como a la iniciativa privada. Así que eso de que el Presidente diga que se va a arremangar la camisa para ponerse a trabajar nadie se lo cree, porque en el año y medio que tiene de estar desempeñando el cargo sigue debiendo muchas promesas electorales y no se le ha visto siquiera un solo aire con ventarrón.

Algo más que la población ya tomó en cuenta para que no salga más caro el caldo que los frijoles, es que el presidente Morales es muy libre de querer implementar un nuevo modelo de contratación pública, como de establecer nuevas reglas para que el Estado pueda realizar las compras y contrataciones que necesite, pero lo que él no puede, ni debe olvidar, es que los guatemaltecos no le vamos a aceptar que con ello podamos volver al pasado. Otros fueron los tiempos en que los contribuyentes aportábamos impuestos cuyo mayor porcentaje se iba en el pago de comisiones, coimas y demás subterfugios, situación que el caso de Sinibaldi de la semana pasada nos hizo recordar.

Llámense candados, controles, registros o como más le guste denominarlos a los burócratas, me atrevo a asegurar que la población guatemalteca los va a seguir exigiendo, pues lo contrario, podría lograr revivir aquellos momentos históricos del año 2015, en que se gestó y logró el derrumbe de un oprobioso gobierno en el que lo único que logró consolidar fue toda una estrategia para burlarlos o evadirlos con infinidad de estratagemas, lo que a la postre los llevó a la situación actual de estar privados de su libertad.

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