Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Después de la larga cadena de regímenes autoritarios que anularon la democracia durante buena parte del siglo pasado, una era de gobiernos electos popularmente se extendió por todo nuestro Continente y América Latina ha vivido uno de los más largos períodos de gobiernos electos libremente por sus pueblos. Pero en muchos países tal apertura política fue aprovechada por dirigentes inmorales que usaron su poder para enriquecerse a costillas de pueblos sumidos en la pobreza. El fenómeno vino igual de políticos derechistas que de políticos izquierdistas y, por supuesto, mientras más indiferentes o sumisos los pueblos, mayor fue el nivel de saqueo de la cosa pública.

Hoy algunos estiman que se ha desatado una cacería de brujas por la forma en que, de manera global, se hacen esfuerzos por castigar a los corruptos y pienso que estamos emprendiendo una nueva ruta dentro de nuestra convulsa historia en la que el factor más importante se vuelve la transparencia para erradicar vicios que han sido terribles para el desarrollo de las naciones. Porque es un hecho que cada centavo que se roban del erario le arrebata oportunidades a la gente más pobre de estos países, muchos de los cuales no logran impulsar programas de auténtico desarrollo humano porque el aparato estatal ha estado al servicio de la corrupción y el enriquecimiento de los políticos y las élites acostumbradas a transar con ellos.

El caso de Guatemala es ilustrativo, puesto que de no haber mediado el trabajo de la Comisión Internacional contra la Impunidad seguiríamos tolerando a los corruptos, pero las investigaciones que desnudaron no sólo la forma en que operan, sino que también la complicidad con diversos sectores que han sabido sacarle raja al sistema, evidenciando hasta dónde había llegado el deterioro moral del país y la complicidad de una sociedad que se fue volviendo tolerante y que en un determinado momento pareció agarrar un aire con remolino, para caer luego en la misma indiferencia que adquirió posiblemente como consecuencia de la guerra que sufrimos.

Pero el tema es que estamos en los albores de una nueva era en la política global en la que se agotan medios para investigar a los delincuentes de cuello blanco que antaño amarraron todos sus negocios al modelo de impunidad para beneficio de los dueños de cada uno de estos países. Porque lo que hemos vivido en Guatemala no es exclusivo, ya que cuando vemos los procesos que se están propagando por varios países, nos damos cuenta de la forma consistente en que se han ido multiplicando las malas prácticas de la gestión pública.

La corrupción ahora tiene un ingrediente que la hace peligrosa, puesto que la presencia del crimen organizado y aún del terrorismo aprovechando las debilidades estructurales que genera un Estado prostituido donde todo se puede comprar, compromete el interés del mundo entero y de allí que países poderosos ahora estén centrando su esfuerzo en acabar con esas puertas abiertas que deja la costumbre del soborno.

Las élites no entienden que la lucha contra la corrupción es indetenible y sus esfuerzos por ahogarla puede que terminen por ahogarlas a ellas.

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