Eduardo Blandón

El exabrupto reciente del presidente Morales, al margen de lo lamentable que pudo ser, revela de cuerpo entero la composición material de la que está hecho el mandatario.  Un soldadito de madera que, expuesto al ambiente húmedo, empieza a dar muestras de fragilidad.  No es otra la razón por la que parece desesperar al sentir la porosidad que carcome sus entrañas y deteriora, incluso, el concepto de sí mismo.

El improvisado gobernante se hunde en la desesperación y se paraliza frente a tantos desafíos y presiones que lo atenazan cotidianamente.  Por eso, no le queda sino alzar la voz, acusar y reclamar a quienes en su imaginario y, según lo que le dicen sus asesores son los responsables de la maltrecha situación del país.

Asimismo, su improvisado discurso ha dejado entrever, más allá del estado psicológico que lo muestra que entra entre las cuerdas, su impotencia al no poder hacer frente al juego perverso de los principales protagonistas del cotarro público: el CACIF, el Ejército y las mafias extendidas en el Estado, entre tantos otros.  El Presidente ha casi capitulado al saberse ineficiente, incapaz, amordazado y prácticamente solo.

Jimmy Morales es un gobernante al que solo le queda el rescate propio del abismo en que se encuentra.  Para ello busca razones salvíficas, acomodadas a la ocasión: Guatemala es un pueblo difícil (imposible) de gobernar, el país no progresa por falta de acuerdos y voluntad entre políticos y empresarios, no se puede pretender cambiar en dos o cuatro años, décadas de mal gobierno…  Y no sería extraño que aderezara sus justificaciones con una pizca de moralina y religiosidad: los malos son los otros, aunque los buenos somos más.  Solo somos instrumentos de la voluntad de Dios.

Con esos argumentos soporta la peña y juega al estoicismo.  Por ello dice no molestarse que se burlen de él.  Quizá se sienta unido a la Pasión de Cristo, cargando con honores la cruz.  Ya tendrá sus consejeros píos que lo animen entre cada asalto, insuflándole un aire que parezca el del espíritu para soportar a las fieras del circo romano.  No sería raro que incluso lo alienten diciéndole que es el designado de Dios y que Él hará cosas grandes a través de sus minúsculas obras.

Mientras eso sucede, el país navega según vientos foráneos.  Los aires huracanados de los organismos internacionales, la agenda voluntariosa de las naciones del primer mundo y los proyectos de las grandes transnacionales.  Guatemala se encuentra desprotegida por un Presidente en busca de sentido, un hombre pío sin más cualidades que la de un sujeto jocoso.  Esto da más ganas de llorar que otra cosa.

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