Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Esta mañana Luis Felipe Valenzuela en su programa de entrevistas abordó el tema del mal estado de la red vial que tiene importancia enorme para el país, porque el deterioro de la infraestructura tiene mayores consecuencias de las que podemos suponer a primera vista. Y hay que reconocer que nuestras carreteras han colapsado y que al día de hoy desplazarse a cualquier lugar de la República es un verdadero calvario, mismo que sufren cotidianamente millares de personas.

Cuando quien fue Comisionado para la Competitividad del gobierno de Pérez Molina expresó sus puntos de vista, detalló los efectos que en el campo de su especialidad tiene la ausencia de una verdadera red vial, aportando datos de lo que le cuesta al país ese problema y de cómo el precio de los productos, tanto para consumo interno como para exportación, se ve incrementado brutalmente por el factor de costo de transporte debido a lo que cuesta llegar a los lugares de abasto.

Sin embargo, cuando habló de las causas del problema dijo que todo era porque ahora, por la lucha contra la corrupción, nadie se atreve a hacer nada para iniciar la reparación de las rutas por ese temor que hay a caer en algún problema legal. Es justamente el argumento que esgrime el Gobierno para justificar su incapacidad para cumplir con su obligación en los distintos campos de la administración. No dijo el señor Paiz que también debe explicarse que el rápido deterioro de la red vial es resultado justamente de la misma corrupción porque el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda ha sido un reducto de pícaros que han contratado obra pública que permite la construcción de mamarrachos, porque las mordidas y sobornos son para que no haya supervisión y que se puedan hacer carreteras con especificaciones menores de las que aparecían en las licitaciones. La corrupción ha permitido que se construya una obra deleznable y justamente la ganancia de los constructores, lo que les permite pagar jugosos sobornos, sale de la mala calidad de las obras.

Pero volviendo al tema de lo que molesta el combate a la corrupción a tanta gente, debemos preguntar cómo es que operan en otros países donde se privilegia la transparencia y se agiliza la ejecución de la obra pública y de toda la administración gubernamental. Existen eficientes mecanismos de control que no se convierten en presa para la agilidad de la gestión de Gobierno, pero en Guatemala hasta las leyes de transparencia se hacen con la finalidad de alentar la corrupción y por eso lo engorroso de casi todas ellas, puesto que mientras más difícil se vuelve un trámite, más grande tiene que ser la mordida para “solventar” los problemas.

El deterioro vial de Guatemala tiene que ver con la corrupción, pero por tanta que ha habido en la construcción de la obra pública. Las fallas de mantenimiento son porque tenemos un Gobierno incapaz que no solo no sabe cómo operar lícitamente, sino que tampoco ha propuesto reformas para que la legislación sea de verdad protransparencia y no promordida. Por supuesto que una ley de ese corte nunca pasará en el Congreso, pero el Gobierno tampoco ha movido un dedo para impulsarla y es más fácil chillar que la lucha contra la corrupción es perniciosa para el país.

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