Emilio Matta Saravia
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Corolario es la consecuencia lógica de lo que ha sucedido anteriormente. Eso es exactamente lo que me vino a la mente cuando vi lo sucedido en el correccional para menores Las Gaviotas el día lunes. Escuché a varios compañeros de trabajo mostrarse indignados por lo sucedido, inclusive expresando comentarios como: “Bueno está que les caiga por mareros” o “Se lo merecen por delincuentes”. Y sí, efectivamente es cierto que están en el reclusorio por su comportamiento reñido con la ley y deben pagar las consecuencias de sus actos.

Pero, ¿es solo culpa de los reclusos (casi todos menores de edad)? ¿Son ellos los únicos responsables de esta situación? Creo que es nuestra responsabilidad hacer un análisis mucho más profundo de la situación antes de echarles la culpa a los reclusos, que siempre es lo más fácil. Empecemos por el principio, ¿por qué están allí recluidos? ¿Qué falta de amor, de cuidados, de atención pudieron tener en su núcleo familiar para parar allí? Ellos no pidieron nacer así, bajo esas circunstancias. ¿Será que alguna vez tuvieron alguna oportunidad? Me refiero a una oportunidad de verdad, no solo decir: “Haraganes que nunca quisieron ir a la escuela a estudiar”. Probablemente nunca pudieron ir. O tal vez fueron, y en la misma escuela fueron víctimas de acosos por parte de otros estudiantes o de sus mismos profesores. Y puede que de allí venga ese resentimiento, ese odio visceral que tienen contra la autoridad, contra la sociedad, contra las demás personas. La mayoría de estas personas no son malas en esencia, no nacieron malas. Fueron forjadas así, a golpes (Metafórica y literalmente hablando). ¿Cuántos niños hay en Guatemala que no tienen acceso a comida, vestuario, educación? ¿Cuántos jóvenes hay en Guatemala que, aunque estudiaron, no tienen acceso a un empleo digno, donde no sólo ganen lo suficiente para vivir decorosamente, sino que también dispongan de tiempo para el ocio y para la cultura?

Es la mayoría de nuestra niñez y juventud. Son casi todos. Hemos sido muy pocos los privilegiados en este país para estudiar, aprender, trabajar y desarrollarnos integralmente. Hemos sido pocos los privilegiados en recibir amor de nuestros padres y familiares. Entonces, ¿es solamente culpa de ellos? ¿O es culpa de un sistema que está diseñado para que la mayoría no tenga oportunidades? ¿Es culpa de que ese mismo sistema también está diseñado para que unos pocos puedan amasar fortunas colosales a la sombra de la corrupción y el aprovechamiento de los recursos del Estado? Recursos que deberían servir para mejorar las condiciones de vida y brindar verdaderas oportunidades a estos jóvenes. ¿También será culpa de una ciudadanía indolente (me incluyo) que permite este actuar perverso de unos pocos?

Creo que todos tenemos nuestra parte de responsabilidad en esta situación. Y creo que se deben tomar cartas en el asunto para evitar que esto siga sucediendo. Se deben generar las condiciones propicias para que las grandes mayorías puedan acceder a oportunidades reales de desarrollo integral. Que nuestros niños tengan alimento, vestido, educación y amor.

Solo de esa forma lograremos dejar de nutrir las maras con niños que probablemente nunca han tenido más oportunidad que pertenecer a una mara, porque para ellos simplemente no existía otra opción.

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