Eduardo Blandón

Entre las tantas virtudes de la democracia se encuentra el hecho de que, al elegirse las autoridades, se diluyen las responsabilidades evitando así que la culpa recaiga en un grupo de connotados, escogidos al arbitrio, para fines de beneficio gremial. De ese modo, la sociedad se compromete con el rumbo del país.

Comprenderlo significa la conciencia del impacto de la acción u omisión sobre el futuro del país y me constriñe a tomar en serio las circunstancias políticas en que el juego democrático me sitúa. Es un momento irrenunciable que no debe tomarse a la ligera sin sopesar las consecuencias de ese acto de aparente insignificancia.

Desafortunadamente no siempre sucede así y la ciudadanía no responde a la altura de las circunstancias.  Ello se debe tanto al éxito del mercadeo de los candidatos, como a la superficialidad con que la población toma un acto que quizá juzgue intrascendente. Sin advertir que la decisión establece condiciones que pueden pesar sobre el porvenir de la misma sociedad puesta a prueba.

La elección de Trump como presidente, por ejemplo, es paradigmática porque permite verificar cómo un grupo de electores al ejercer el voto, establece la llegada de un gobernante de dudosa reputación y estabilidad mental. Sin olvidar que Guatemala ha sido ejemplar por los yerros cometidos por elecciones equívocas, díscolas y muchas veces irresponsables.

De esa cuenta, no podemos distraernos ni darnos vacaciones. Considerar que la cosa pública no nos atañe y es responsabilidad de los políticos dentro de un Congreso de la República. Aunque ejercer la ciudadanía debería ser algo más que ir a votar, comprometernos en las urnas mediante la información y juicio crítico, es un imperativo que debería mover nuestra voluntad por el bien de Guatemala.

Luego tenemos que ir más allá, seguir lo que sucede en la cotidianidad y verificar el movimiento del erario público. Vigilar las acciones de los políticos, reclamar el estado de bienestar y protestar más positivamente a través de presiones sensibles que hagan temblar a los protagonistas de las oficinas públicas. Apoltronarse no sirve para mucho, como tampoco protestar en las redes sociales, hay cambios que tenemos que provocar que no vienen por la vía de lo que hasta ahora hemos hecho. Enfoquémonos y hagamos posible una sociedad mejor.

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