Hoy empezamos la segunda mitad de 2017 y podemos decir que este año ha sido totalmente desperdiciado y, más que eso, de retroceso para los intereses del país porque lejos de haber avanzado en la lucha contra la corrupción, ha habido importantes retrocesos al punto de que el gobierno, en pleno, se ha volcado para consolidar el clima de impunidad y para entorpecer el esfuerzo por la transparencia. El mismo Presidente ha cuestionado los avances diciendo que se ha paralizado la labor de la administración pública porque hay demasiados temores de que puedan iniciarse procesos contra los funcionarios por autorizar compras o contratos en un sistema que ve la corrupción como algo “normal”.

No digamos el Congreso que apagó el esfuerzo por la reforma del sistema de justicia, pieza clave en la lucha por la impunidad y también en el esfuerzo por mantenerla a toda costa, además de temas como el cabildeo para entorpecer el apoyo a la CICIG de parte de Estados Unidos.

Y, lo peor, una sociedad que cayó en el juego hábil de los pícaros que quisieron presentar el tema de la transparencia como parte de la agenda de la odiada izquierda del país, asumiendo su histórica postura conservadora para avalar crímenes que van desde la violación de derechos humanos hasta la misma corrupción, siempre y cuando sea a favor de los grupos más poderosos e influyentes de la sociedad.

Estamos en una situación preocupante porque el maniqueísmo que debió ser entre honrados y pícaros regresó a ser entre izquierda y derecha, y los últimos, que se sienten buenos, ven el esfuerzo de cambio como una agenda izquierdista que, por eso, se pinta como mala y perniciosa para los valores que defiende la sociedad.

Hoy estamos peor que a principios de 2015 porque a pesar de que ya sabemos cuán corrupto es el sistema no movemos un dedo para cambiarlo. Los vicios siguen igual y lo mismo pasa con sus efectos porque buena parte de la población no tiene esperanza de mejorar su calidad de vida porque los recursos que debieran servir para inversión en desarrollo terminan en el bolsillo de unos cuantos pícaros que hicieron todo lo necesario para ir apagando el fuego de aquella indignación ciudadana que hizo al pueblo volcarse a la plaza.

Estos seis meses permitieron que se quitaran la careta los que exprimen el sistema de corrupción e impunidad para operar con total descaro en la manipulación de la opinión pública para vender la idea de que es tonto seguir frenando los negocios y la gente la compró.

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