Emilio Matta Saravia
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Dignatario(a), según la RAE, es una persona investida de una dignidad. Usualmente este vocablo se refiere a las personas que representan a un país, como los diplomáticos o los miembros de las altas esferas de un Gobierno (Presidente y Vicepresidente, ministros de Estado, diputados, jueces, alcaldes, etc.). El hecho en sí de representar a un país, o a una comunidad, ya conlleva una responsabilidad intrínseca en el cargo. Si además nos vamos a la definición de la palabra: estar investido de una dignidad, significa que dichas personas deben ser dignas, es decir que deben ser excelentes, deben tener decoro en su actuar.

¿Usted cree, estimado lector, que las personas que nos representan a nosotros, como guatemaltecos, tienen alguna de las características citadas con anterioridad? Los últimos ejemplos que se leen en los distintos medios de comunicación, indican todo lo contrario. Nos representan personas que NO tienen ningún decoro, dignidad, decencia o excelencia. Diputados que pagan contratos a bufetes para cabildear en contra de intereses de quienes ellos en realidad representan, que somos nosotros los ciudadanos, y no los “empresarios” a quienes se abstienen de mencionar como financistas. Un alcalde capitalino que rehúsa ir a los tribunales de justicia a responder por sus actos porque se cree superior a las leyes de este país (este gesto merece un artículo aparte, porque creo que es hora de sacar). Un Presidente que dice que apoya la lucha contra la corrupción, pero su forma de actuar nos demuestra lo contrario. Jueces al servicio de poderes fácticos. “Empresarios” que evaden impuestos y obligaciones, y encima lo cuentan con orgullo, como sintiéndose muy astutos. En fin, que por donde uno voltee a ver encuentra todo lo contrario del significado de dignidad.

Qué pena vivir en una sociedad donde esa palabra ya no existe, donde el dios DINERO y su achichincle PODER se han adueñado de las personas que deberían ser dignas, que fueron electas o nombradas para ser dignas y que deberían anteponer su dignidad al dinero, al poder, o a ser lacayos de personas sin idea de lo que esta palabra significa.

Leí en este medio que el embajador de los Estados Unidos de América llamo “idiotas” a los cuatro diputados que están pagando bufetes en Washington para hacer “lobby” en contra de él y de la CICIG, pero se niegan rotundamente a informar quien los está financiando. También leí en otros medios escritos a formadores de opinión que se escandalizaron con su “desmán” por no ser un acto “diplomático”. La verdad es que se quedó muy muy corto el señor Embajador en su afirmación. Además de “idiotas”, también son descarados y sinvergüenzas que se prestan a representar a un grupito de personas, y no a quienes votaron por ellos, para contratar a lobistas para cabildear en contra de un ente que lo que busca es combatir la corrupción. De forma dura, si se quiere, pero combatirla.

Creo honestamente que nosotros debemos sentir desprecio por la corrupción, por la coima y sobre todo por el actuar indigno y deshonesto de las personas. Si queremos dejar un mejor país para nuestros hijos, debemos empezar nosotros por despreciar a los deshonestos e indignos y por ser intolerantes ante este tipo de actuar.

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