Ayer en la sede de la Organización de Naciones Unidas, el titular de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, Iván Velásquez, pidió un nuevo despertar para lograr los cambios profundos que el sistema requiere en el país. El mismo día se anunció la nominación de Luis Arreaga para sustituir a Todd Robinson como Embajador de Estados Unidos en Guatemala. Esto, después de una intensa y permanente campaña de algunos sectores en contra del trabajo que Robinson realizó en el país y de su fuerte apoyo a los esfuerzos por establecer un Estado de derecho a partir del combate a la corrupción y a la impunidad.

Realmente hay que estar ciegos para no ver lo que ayer se dijo en la sede de la ONU. Con mucha claridad quedaron expuestas las relaciones que entre corrupción y poder terminan siendo las grandes limitantes para evitar el desarrollo y la prosperidad en nuestro país. “Si no se cambian las reglas, los resultados serán siempre los mismos”, dijo Velásquez. ¿Qué tan complicado puede ser entender una declaración tan sencilla de verificar con los detalles de la podredumbre que contamina a la sociedad guatemalteca y las esferas de poder institucional y sectorial?

Hay mucha gente intimidada por las investigaciones sobre evasión, defraudación (al punto que celebran la forzada salida del exintendente jurídico de la SAT) o corrupción y por ello surgen argumentos como el del estancamiento de la economía, de la parálisis del Estado y hasta de una soberanía que siempre les ha importado un pepino, pero que ahora se convierte en argumento central para frenar el cambio estructural de un sistema viciado.

Pero resulta que tras miles de dólares invertidos, argumentos contra la “ideología radical” del embajador Robinson y la certeza de que “con el gobierno de Trump las cosas van a cambiar”, finalmente ayer se conoció quién es el nominado para venir a ejercer la misión diplomática del país del norte.

La verdad es que Luis Arreaga es el mejor ejemplo de que la política de Estados Unidos no solamente continuará centrada en el fortalecimiento de la agenda contra corrupción y en pro del Estado de derecho, y ahora envían cabalmente al encargado de la región para la oficina del Departamento de Estado para asuntos internacionales de narcóticos y fortalecimiento de la justicia.

Mientras eso ocurre, seguimos empeñados en ser una sociedad ciega que no quiere entender que ni siquiera hemos llegado a la mitad del camino y que la tarea sigue siendo cuesta arriba, pero se tiene que continuar bajo la tutela norteamericana. Por supuesto, con las objeciones de aquellos a quienes la complicidad les genera estragos estomacales.

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