Alfredo Saavedra
Desde Canadá.- Si alguna vez el refrán de que “No hay mal que por bien no venga” ha tenido validez es ahora en los Estados Unidos, donde ha resurgido un movimiento que unifica a diversas manifestaciones religiosas, en renovación de una multitudinaria expresión de protesta contra las políticas del presidente Donald Trump, que uno de los principales líderes del movimiento, reverendo, doctor William J. Barber, califica de ir en camino hacia el fascismo.
Eso está expuesto en amplio reportaje del diario New York Times, del domingo pasado, donde se asienta que el movimiento, calificado por ese medio de izquierda, no se había dado en las proporciones actuales desde las protestas contra la guerra en Vietnam, en los años 70s cuando una población en su mayoría de blancos –así lo califica el diario– se lanzó a las calles exigiendo el fin de esa guerra, que costó a los Estados Unidos la pérdida de unos 60 mil soldados, aunque el daño al país atacado fue mayor, con el costo de millones de vidas y daños materiales, en particular con la destrucción del territorio con los intensos bombardeos. Es memorable la presencia en esas protestas del reverendo Martin Luther King y la famosa artista Jane Fonda.
Ahora el movimiento integra una considerable proporción de ciudadanos afroamericanos, con su emblema de “Black Lives Matter” que repudian la política racista de Trump, con su asesor, el nefasto Steve Bannon, dirigente de una fracción de la ultraderecha y con un pasado que incluye su vinculación con el Ku Klux Klan. Pero el movimiento progresista –o de izquierda, como lo califica el NYT– congrega a una diversidad de expresiones étnicas que incluye judíos, musulmanes, hindúes, sectas Sicks y budistas, informa el prestigioso diario.
Es de tal magnitud el movimiento que, como lo informó el reverendo Barber a la prensa, congrega activistas en 32 estados de la Unión Americana, y prueba de su capacidad de convocatoria fue una reciente demostración en la ciudad de Raleigh, Carolina del Norte, con la participación de ochenta mil personas. Otras ciudades, incluyendo la capital de Washington, realizan concentraciones regulares que unen a un público que en esencia repudia a la administración de Trump y a los representantes del Partido Republicano, de las cámaras del Congreso y el Senado, que respaldan al presidente.
Es importante destacar la presencia no solo de representantes de la iglesia cristiana (católicos y protestantes) sino también Rabies e Imanes, del judaísmo y el grupo musulmán, pero también sectores independientes como representaciones de la juventud dentro de la categoría de “Millennials” que critican a la iglesia conservadora, ajena a las inquietudes actuales, en particular de la aplicación de un real concepto de justicia social.
El frente del movimiento tiene como consigna exigir a la administración de Trump respeto por los derechos civiles, dar prioridad al reclamo popular de combate a la pobreza, igualdad social que suprima la discriminación racial, lo mismo respeto a las preferencias de género sexual y amplio apoyo a los inmigrantes indocumentados. En este último aspecto se pone como ejemplo la coalición de 21 iglesias, santuario para inmigrantes detenidos o perseguidos. El movimiento en su totalidad capitaliza una respuesta que va en crecimiento y que nunca, con excepción –como se indicó– de las protestas por la guerra en Vietnam, ahora en la medida que el régimen de Trump atropella más los principios democráticos, crece cada vez más y que podrá llegar a determinar el derrumbamiento del gobierno con tendencia hacia el fascismo, como lo afirmó el reverendo, doctor W. J. Barber. (Fuente de este artículo: diario New York Times).