Carlos Figueroa Ibarra
La semana pasada tuve el gusto de estar en Vancouver, Seattle, Bellinhan y Tacoma en la Columbia Británica en Canadá y en el estado de Washington en Estados Unidos de América. Fui invitado por los comités de Morena de Seattle y Vancouver en mi calidad de secretario nacional de derechos humanos de dicho partido. Fue una experiencia magnífica convivir con Nestora Salgado, la Comandanta de la Policía Comunitaria de Olinalá (Guerrero, México) y con Bethi y Lupita, dos integrantes de Las Buscadoras, agrupación de 420 madres de personas desaparecidas en el norte del estado de Sinaloa. Escuchar el testimonio de Bethi y Lupita fue estremecedor. La primera de ellas encontró los restos de su hija, después de tres años de estarla buscando. La segunda, ha pasado infructuosamente los últimos cinco años buscando al suyo. Nestora está exiliada en los Estados Unidos de América, después de haber cumplido una condena de casi tres años por haber encabezado una organización de autodefensa en contra del crimen organizado que asolaba a su región. Es notable que la policía comunitaria logró erradicar casi totalmente el crimen en ese lugar. La recompensa para Nestora fue ser encarcelada, acusada falsamente de homicidio y secuestro.
Fue para mí verdaderamente impactante entrar al Centro de Detención del Noroeste en la ciudad de Tacoma. La cárcel de Tacoma es una de las 637 cárceles para migrantes que existen en Estados Unidos, en las cuales permanecen 325 mil reclusos principalmente mexicanos y centroamericanos. La mayor parte de esas cárceles son regenteadas por empresas privadas que se rigen en su administración por la premisa capitalista de hacer inversiones mínimas y obtener máximas ganancias. Esto redunda en que las cárceles para migrantes en EUA son verdaderos campos de concentración en los cuales se les da a los internos comida de mala calidad, llamadas telefónicas carísimas, tiendas que venden artículos a precios abusivos, deficiente calefacción y aire acondicionado, pésima atención médica. Entre 2003 y 2016, 155 reclusos murieron en los centros de detención referidos y no pocos de ellos cometiendo suicidio. Es de hacer notar que para las empresas capitalistas carcelarias, es un pingüe negocio el incremento de la persecución y encarcelamiento de migrantes. Por ello, el triunfo de Trump, con su fascista discurso antimigrante hizo que subieran los precios de las acciones de dichas empresas en la bolsa de valores. Mientras más migrantes presos, mayores las ganancias de empresas como el GEO Group Inc., concesionario de la cárcel de Tacoma.
Hace unas semanas estalló una huelga de hambre de internos en la cárcel de Tacoma. Mientras escribo estas líneas ha estallado otra más, esta vez de mujeres reclusas con dos demandas: alimentación comestible y nutritiva y agilización de los trámites de deportación por parte de la Agencia de Migración y Aduanas del gobierno estadounidense (ICE por sus siglas en inglés). Cada año entre 300 y 400 mil centroamericanos y aproximadamente 500 mil mexicanos viajan al norte con grandes esperanzas. Acaso el infierno que los espera es mejor que el que viven sus países.