Alfredo Saavedra

Desde Canadá-. “La vejez es un castigo por un delito que uno no ha cometido”, expuso en uno de sus estudios el filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin, un jesuita que desafió a la Iglesia por sus análisis científicos que favorecían la teoría de la evolución en contrariedad con la tesis creacionista de la teología.

Sin embargo, su criterio estaba contrapuesto al anatema bíblico de que la “paga del pecado es la enfermedad, la vejez y la muerte”, pero también el sabio tal vez desacreditaría esa sentencia a partir de sus principios científicos de mayor peso que los eclesiásticos. Como sea, el lado positivo de la vejez lo demuestran casos que, aunque excepcionales, son notables de mencionar.

A los 105 años de edad, Robert Merchand, de Francia, ciclista por vocación hizo en fecha reciente una prueba de carrera de 22 kilómetros en el velódromo de París, el deporte que inició a los 68 años. Por su parte, la señora Kitty Cohen, de 103 años, ha participado recientemente en una competencia de baile de la llamada “Ball Room Dance”. También la popular cantante Loretta Lynn a los 83 años realizó el año pasado una gira en promoción de un nuevo álbum musical. Y qué decir de Tony Bennet que a los 87 años canta como en sus mejores tiempos hace más de 40 años y en fecha reciente grabó con la joven bella diva Lady Gaga, la tradicional melodía Cheek to Cheek. En estos días se graduará en una universidad de Ontario una señora que está cerca de los 90 años. No dejemos por un lado al abuelo Melquíades, de España, convertido en un meme en las redes sociales con su característica histriónica actuación de músico, bailarín y comediante. Y apenas acaba de cumplir 92 años.

Un amigo latinoamericano me hizo observar el hecho irrebatible de que en nuestros países no se dan esas rarezas pues nuestros ancianos, con excepción de los privilegiados con la riqueza, carecen de los beneficios de la gente mayor en los países desarrollados. Contundente criterio ya que la pobreza es galopante en los países llamados del “Tercer Mundo” donde la gente en necesidad de retiro después de una vida cargada de miserias no cuenta con pensiones y si las tiene es de limosna.

Entonces viene lo malo de la vejez, que castiga a la generalidad, como es el incremento de enfermedades, entre las más trágicas la demencia senil y el Alzheimer, dos brutales inconveniencias tanto para el paciente como para la familia en particular. Enfermedades en proceso de investigación científica, pero sin inmediata curación, con el único consuelo de su prevención de acuerdo con los adelantos médicos. También de aminorado sufrimiento en sociedades como en Canadá, donde la eficiencia de un sistema de salud muy completo y la ayuda asistencial de santuario proveída para los afectados por esas enfermedades alivia el sufrimiento.

Lo feo de la vejez es la añadidura de lo ya descrito con esas y otras enfermedades que resultan devastadoras para mujeres y hombres, en particular para quienes no tienen ningún auxilio, como de forma inevitable y penosa ocurre para los viejos en nuestros países, en especial los que apuntan mayores niveles de pobreza como Guatemala, para poner un ejemplo, sin desestimar la situación desde México, el istmo centroamericano y los de la Cordillera, asolados, además, por el desorden social con la imparable delincuencia y el rastro histórico de la desigualdad en una sociedad donde la justicia social es solo una quimera.

Post scriptum: En Guatemala quien tendrá una feliz vejez asegurada, será su presidente Jimmy Morales, quien como lo apunta mi amigo periodista Félix Loarca, en su columna de este miércoles, es el Presidente mejor pagado en Latinoamérica. Independiente de su tesoro personal en acumulación de lo ilícito que por tradición se apropian los que gobiernan.

Artículo anteriorItalia y Alejandra Flores en concierto
Artículo siguiente“¿A Dónde? (van las ideas)” del maestro don León Aguilera