Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Anoche, al revisar mi correo electrónico vi, como todos los miércoles, el que contiene la columna del doctor Alfonso Mata para el viernes. Con cada envío me pone algunas líneas sobre los tantos temas que hemos ido abordando a lo largo del tiempo desde que su colega, el doctor Gustavo Morales, me habló para iniciar el programa semanal La Hora Salud que funciona al cuidado de ellos dos y del cirujano Silvio Pazzetti. Pero anoche esas líneas eran desgarradoras por la situación que está viviendo tras la desaparición en un río de su hijo Estuardo el pasado fin de semana.

Me encuentro fuera de Guatemala y el domingo Juan Fernando, mi hijo, me comentó que había mucha consternación porque se había ahogado Estuardo Mata, un brillante abogado que según mis hijos que son sus colegas destacaba como pocos en el foro nacional como litigante, pero sobre todo como persona por sus extraordinarias cualidades. Luego vi algunas notas en las que explicaban el esfuerzo que se estaba realizando para localizarlo y en las que se reflejaba el dolor de sus familiares ante la tragedia.

Mañana viernes se publicaría la columna de Alfonso sobre su terrible situación personal, pero decidí que sea publicada hoy mismo porque la verdad es que es un escrito desgarrador. El doctor Mata, el Chucho para sus amigos y colegas, es una de las personas más talentosas y también más sensibles que he conocido. Desde el día en que nos reunimos para hablar del proyecto La Hora Salud empezó una amistad que ha llegado a ser profunda y estrecha, en la que hay tiempo y espacio para abordar desde las cuestiones más profundas no solo de la situación de la salud sino de Guatemala, que tanto nos preocupa a todos, y para las bromas y comentarios sobre cuestiones irrelevantes. Morales, Mata y Pazzetti son los tres muy preparados no solo en el campo de la medicina en el que se especializaron en diversas áreas pero, además, son personas que tienen una amplia cultura y preparación humanística, lo que les ha permitido destacar en el campo de las letras con escritos sobre gran variedad de temas.

Leer lo escrito por Alfonso en las vísperas del Día del Padre, columna redactada con el corazón en la mano y el sentimiento desgarrador de lo que para un padre significa una pérdida de esta naturaleza y calibre es realmente conmovedor. Ciertamente se trata de una expresión muy personal sobre un drama familiar, pero creo yo que todos los padres de familia que podamos leerla vamos a compartir con Alfonso ese dolor y pena por lo ocurrido.

Cuando le hablé por teléfono me di cuenta de la situación tan especial que está viviendo y, como ocurre siempre, no encontré palabras adecuadas para expresarle mi pesar, el de mi esposa y de mis hijos que lo han tratado. No hay forma de mitigar esos dolores ni de hacerlos más llevaderos porque creo que no existe fórmula que ayude en estos casos. Y como padre que me preocupo todos los días por mis hijos y sus familias, asumo plenamente el dolor, angustia y desesperación que tiene que sentir mi querido amigo Alfonso.

Artículo anteriorNadie le impide trabajar al Presidente
Artículo siguienteVerdadera prosperidad