Emilio Matta Saravia
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Continuando con el caso chileno de la erradicación permanente de la desnutrición infantil, una parte central del programa, fue el tratamiento integral de la desnutrición grave.

La situación en que se encontraba Chile, era muy similar a la de Guatemala en esta época, con un alto porcentaje de niñez con desnutrición grave, alto nivel de mortandad infantil por dicha causa, todo causado por el elevado nivel de pobreza de la población que conlleva altos niveles de insalubridad, hacinamiento, así como alteraciones del metabolismo en el sistema inmunológico causadas por la misma desnutrición, así como trastornos digestivos que retrasaban considerablemente la absorción de nutrientes en el organismo de los niños, dificultando la recuperación nutricional, inclusive estando hospitalizados los pacientes.

En vista de esta situación, buscaron alternativas para desarrollar un tratamiento integral no solo en la recuperación nutricional sino también en el retraso del desarrollo psicomotor e integrando a la familia al proceso de cuidado y recuperación del niño. Para ello hicieron un plan piloto donde habilitaron un centro de internación especial para recuperación de niños menores de dos años con desnutrición grave, teniendo estrictas normas sanitarias que incluían preparación e higiene de biberones y del ambiente en general, un ambiente agradable y estimulante, un equipo de profesionales especialmente entrenado para esta tarea, que incluía un pediatra, un psicólogo, un fisioterapeuta, una enfermera y una nutricionista. Adicional, se incluyó a 30 voluntarias que fueron entrenadas en técnicas de estimulación psicoafectivas y motoras. Este plan piloto fue muy exitoso, logrando una recuperación total del niño con desnutrición grave y teniendo una mortandad de menos del 1%.

Fue tal el éxito del plan piloto, que el INTA creó una corporación privada no lucrativa para extender el programa a nivel nacional. Construyeron, habilitaron y operaron 33 centros con 50 camas en promedio cada uno. La inversión en ese entonces fue de USD 8 millones. El Ministerio de Salud controlaba y financiaba la mayor parte de los gastos de operación de los centros.

En la actualidad, cada centro es dirigido por un pediatra, que a su vez actúa como director de un equipo multidisciplinario que incluye una enfermera, una nutricionista, una educadora de párvulos, una asistente social y una administradora, además de 36 auxiliares de enfermería y un grupo de voluntarias, y cada centro es dependiente del Ministerio de Salud. Los niños con desnutrición grave son enviados a estos centros desde los centros de atención primaria o de hospitales pediátricos, y normalmente van con su respectiva evaluación nutricional y social. Permanecen internados en promedio 90 días, con las siguientes actividades básicas: alimentación a base de leche de vaca y otros alimentos bajo la supervisión de la nutricionista, estimulación psicosensorial supervisada por la educadora, fisioterapia supervisada por la enfermera, estimulación afectiva realizada por las auxiliares de enfermería y las voluntarias, incorporación de la madre en el cuidado y la estimulación del niño y educación de la madre en técnicas de alimentación, nutrición, planificación familiar, programas de salud y educación preescolar. Entre 1976 y 2002 han atendido y recuperado a más de 85 mil niños con desnutrición grave. Todo un logro. Y nosotros, ¿qué es lo que estamos esperando?

En la próxima columna finalizaré con este notable caso chileno.

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