Francisco Cáceres Barrios
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Siempre he dicho que con la manera con que los Presidentes escogen a sus colaboradores nunca vamos a llegar a buen destino. Siguen designando a cuates recomendados por los donadores de fondos de la campaña o a excompañeros de trabajo para cargos de gran responsabilidad, conocimientos y experiencia. De esa cuenta, cuando se percatan de sus pobres resultados después de pasado buen tiempo sin hacer alguna labor reconocida públicamente, surgen las tradicionales quejas de “no haber tenido tiempo suficiente”; “la gente no quiere colaborar” o peor todavía, cuando alega que “el presupuesto no les alcanza”.

Año tras año todas las carteras ministeriales tienen la responsabilidad de elaborar el proyecto de presupuesto del subsiguiente y como es sabido por todos se despachan con la cuchara grande, pero a pesar de haberlo logrado en el Congreso, no pasan siquiera seis meses para oír de nuevo sus quejas porque lo autorizado no fue suficiente. Esto mismo, acabamos de escucharlo cuando el actual Ministro de Educación se queja por tener escasez de maestros.

Bien sabemos todos que la partida contable más grande de remuneraciones del Estado está asignada para el magisterio y también de sobra es conocido que nunca les alcanza, fuera porque no todos trabajan como debiera de ser o porque el mismo ministerio no ha sabido siquiera calcular debidamente el monto de las remuneraciones.

El presupuesto aprobado para Educación de 2017 alcanza la cifra de Q13 mil 937 millones, pero ahora resulta insuficiente, según declara el Ministro, por lo que antes de terminar el quinto mes del año ya está pidiendo que le den 2 mil 900 millones más y si se los concedieran, seguramente no va a llegar siquiera al mes de septiembre para que se ponga a pedir una cantidad mayor o similar para terminar el año. ¡La de nunca acabar!

La incapacidad del Ministerio de Educación para elaborar correctamente su presupuesto del año subsiguiente ha llegado al colmo de no planificar correctamente la cantidad de profesores que se retiran o el número de plazas que en promedio anualmente quedan vacantes por distintos motivos, lo que en otras palabras confirma que desde los ministros, hasta los últimos servidores públicos no conocen siquiera la O por lo redondo para poder administrar la dependencia que debiera estar a cargo de expertos en todo el sentido de la palabra y no de advenedizos. A ese paso y sabiendo bien que hay muchos problemas más por resolver, como por ejemplo el pésimo estado de su infraestructura o los programas de apoyo, la crisis del Ministerio de Educación sigue siendo un hecho sin visos de poder salir del descalabro.

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