Emilio Matta

A mi juicio, el mal más lamentable de todos los que tenemos en Guatemala es la desnutrición crónica infantil. No hay uno peor. Simplemente me parece injusto que nuestra niñez esté condenada desde antes de nacer a padecer de desnutrición, que luego se traducirá en mortandad infantil, enfermedades de todo tipo y un bajo cociente intelectual que no le permitirá a la persona un desarrollo pleno de sus capacidades.

Existen estudios que nos dicen que la desnutrición infantil y la mortandad infantil tienen un alto grado de correlación con el nivel de desarrollo económico de un país. Y tienen sustento numérico. Sin embargo, existen notables excepciones, como Chile, que alcanza cifras de primer mundo en desnutrición y mortandad infantil cuando su economía aun no lo es (Aunque van camino de lograrlo). ¿Y cómo lo hicieron?

Tenían dos caminos: el primero era lograr un desarrollo económico del país que permitiera obtener más recursos para así permearlos a los estratos bajos de la sociedad; el segundo era destinar intensivamente los recursos necesarios en programas de salud y nutrición para los distintos estratos sociales, principalmente los más bajos, y lograr mantenerlos en el tiempo. Eligieron lo segundo. Los resultados son claros y están a la vista.

Es necesario recalcar, que para un país como el nuestro, es prioritario erradicar la desnutrición infantil para lograr tener desarrollo económico y no a la inversa. El porqué es muy sencillo, si se antepone el desarrollo económico para lograr recursos, el mismo tardará demasiado tiempo. Ese es un lujo que, como nación, no nos podemos dar. Debemos primero romper el círculo vicioso que crea el subdesarrollo y para ello hay que destinar recursos.

¿De qué forma lo podemos lograr? Tomando el ejemplo chileno, ellos designaron al INTA (ente independiente del gobierno, que pertenece a la prestigiosa Universidad de Chile y que está conformado por expertos en áreas de nutrición y salud) para desarrollar la estrategia de nutrición, salud y saneamiento. La idea de designar al INTA, era que ellos pudieran crear e implementar políticas de nutrición y salud que se mantuvieran en el tiempo, que tuvieran una visión de futuro.

Ellos desarrollaron primero una estrategia de comunicación, que incluía a periodistas y medios de comunicación, para formar en las comunidades conciencia del problema. Se les explicaba los daños a la salud que causa la desnutrición.

Al tener comunidades conscientes del problema, este se convirtió en un desafío político. Con esto lograron que el problema trascendiera ideologías y gobiernos de turno, ya que tanto los gobiernos, como los candidatos, deberían atender este problema para poder atraer caudal electoral. El programa, sin embargo, siempre era dirigido y ejecutado por el INTA, no importando quien estuviera en el poder. También las políticas de nutrición, salud y saneamiento las hicieron adaptables a las estrategias socioeconómicas de los gobiernos, y no al revés. Esto fue toral para lograr que los gobiernos, sin importar su tendencia política, siguieran con estos programas.

En las siguientes columnas, continuaré explicando cómo lo lograron los chilenos y trataré de proponer qué se puede hacer en nuestro caso para erradicar de una vez por todas este terrible mal que nos aqueja desde hace décadas y que nadie ha tenido los pantalones para entrarle.

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