Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

En numerosas oportunidades al escuchar o leer, gracias a los medios televisivos, radiales o por la prensa escrita, opiniones y declaraciones de diputados al Congreso de la República o alcaldes percibimos que se les va la mano.

La Constitución de la República originalmente era débil en detallar las facultades de fiscalización que tenía un diputado, por ello en la única reforma que la Carta Magna ha recibido, los legisladores que aprobaron la misma, dentro de los cuales me encontraba, adicionamos preceptos para que un diputado, una bancada o una comisión pudiese requerir la información que le fuera necesaria para fiscalizar la administración pública.

También establecimos que pudiera visitar, sin limitación, cualquier entidad pública del Ejecutivo, de las municipalidades o instituciones descentralizadas; ello vino a hacer más eficiente la fiscalización que legalmente procede.

Sin embargo, cuando veo las actitudes de un diputado que públicamente manifiesta que se opone a que el presidente de México sea recibido en sesión solemne en el Congreso de la República, me pregunto ¿habrá leído ese diputado la Constitución?  ¿Comprenderá cuáles son sus deberes y derechos o piensa que el hecho de ser diputado implica que no tiene límites?

La Constitución es clara, las relaciones internacionales son responsabilidad del Presidente de la República, coadyuva el Vicepresidente y quien ejecuta e implementa esas relaciones es el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Por consiguiente, si la Junta Directiva del Congreso o la comisión en funciones decide convocar a sesión solemne y recibir al Presidente de México, los diputados en lo individual pueden asistir o no, pero no pueden ni deben públicamente criticar la convocatoria a una sesión solemne extraordinaria, ello no es ni puede ser parte de su facultades, y el hecho de manifestarse públicamente es un agravio improcedente.

La ley de régimen interior de Congreso de la República, las costumbres parlamentarias establecen que un diputado es inimputable por sus opiniones, pero como se decía antiguamente en los mercados: “No hay que confundir el sebo con la manteca”. Aunque el representante se decore con camisas rojas puede suceder, como decía en el pasado un legislador, que el diputado sea una especie de sandía: verde por fuera y rojo por dentro

Reitero, el prócer José Martí dijo “honrar, honra” y a contrario “deshonrar, deshonra”.

Cuando una bancada, cuando una comisión e inclusive cuando un diputado en lo individual cite o requiera información a un funcionario público debe de hacerlo cuidando el respeto mutuo y en la reunión que la citación produzca debe siempre guardarse el mutuo respeto, el decoro que merece el funcionario citado.

No debe olvidarse que los cronistas parlamentarios son los ojos que le permiten a la ciudadanía ver si quienes han sido electos como diputados merecen la confianza y respeto de ser representantes del pueblo.

En el actual Congreso hay diputados de mucha experiencia como Mario Taracena, como Fernando Linares Beltranena, como Haroldo Quej, Nineth Montenegro, Oliverio García Rodas, Arístides Crespo, que con diferente personalidad y estilo saben siempre mantener su lugar y por consiguiente no resbalan y abusan.

Así que los jóvenes o nuevos diputados deben de echar pan a su matate y no abusar.

¡Guatemala es primero!

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