Lucrecia de Palomo
La misma estrategia, la misma forma de actuar para lograr los cambios que les benefician y que de otra forma no los alcanzarían, se están usando por parte de quienes quieren los cambios a la Constitución. Miedo, represión, intimidación y hacerlo velado, hacen que los guatemaltecos no expresemos nuestro pensar y sentir; con toda una cultura silenciosa, que viene más allá de la Conquista, es fácil manipular, aun en contra de la opinión de la población, y hacer los cambios que no necesariamente son los mejores para el país y el bien común.
Vemos cómo un Congreso y unos diputados débiles, con desasosiego por posibilidades de ser desaforados: algunos debido a sus conductas delictivas, otros simplemente porque no son parte del juego infernal. Parlamentarios incapaces de dar la cara a sus votantes y con argumentos válidos explicar la razón de su voto o su silencio. Vimos personajes, como el embajador de EE. UU. (antes del cambio de gobierno en su país), sentado junto al jefe de la CICIG (colombiano), del MP y su inútil cómplice de la Procuraduría de Derechos Humanos, en el palco de visitas del Hemiciclo, para presionar a todos los endebles y exigir el voto. Qué incomprensible para ellos las palabras de Don Quijote «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida». Tan solo en el siglo pasado, en tres ocasiones, el imperio complotó para que existiera un rompimiento constitucional porque a sus intereses no funcionaba la democracia que nacía, crecía y podía solidificarse –como tampoco han querido que seamos un pueblo educado. Por tanto tenemos Constituciones en 1945, 1956, 1965 y, la que hoy se quiere cambiar a trocha y mocha, de 1985 anuladas. Todas derogadas por golpes de Estado –auspiciados por el país del norte que apoyó financiera y logísticamente los movimientos golpistas. De nuevo quieren cambios constituyentes, pero ahora su política internacional no les permite apoyar golpes de Estado, por lo que ponen en juego nuevas tretas que sirven con el mismo efecto: mantenernos en un retraso y letargo constante.
Utilizando su poder, su dinero y nuestra ignorancia, ahora las potencias fortalecen a sus antiguos adversarios ideológicos, a través de financiamiento a ONG. Cientos de miles de millones de quetzales pasan por esas manos y parte del dinero se va en festejos, reuniones de adoctrinamiento, proyectos sociales -sobre todo de Derechos Humanos-, asesores, etc. Todo muy bien orquestado para que, cuando presionen para que los cambios que ellos deseen los propongan y defiendan. Eso es lo que está sucediendo con los cambios a la Constitución que se presentó al Congreso de la República el año pasado y por ello, todo aquel que se les opone en sus intenciones es sancionado moralmente o criticado burdamente sin tener ni siquiera el derecho de defensa.
Quienes propiciamos #ReformasNo lo hacemos porque hemos estudiado, analizado y tenemos conciencia de libertad, de república, de Constitución. Convencidos que los cambios no son para mejorar al sector justicia como lo presentan. Los cambios al artículo 209 son aberrantes, se pretende dar el poder a esos grupúsculos de ONG que nada tienen que ver con la justicia y sí con la injusticia. Se retira el poder judicial de la Corte Suprema y se pasa a ese grupo de siete miembros (de los cuales tres no son profesionales del derecho) electos a dedo por quienes tienen intereses en una dictadura judicial. Así como el 209, son varios los artículos que parecieran descabellados, pero el fondo está claro para quienes han recorrido el camino político de los últimos 60 años. Desde el punto de vista de ellos la libertad para nosotros, quienes exigimos al congreso su transparencia, no existe; si hablas te vilipendian, si pides te intimidan y si exiges te matan. No son reformas son trasformaciones.