Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

En anteriores opiniones expresé que cumpliendo un principio y un gran compromiso moral, profesional y de tipo personal, a pesar de mi deteriorada salud física, me dirigiría a Chile para participar en la celebración de los 200 años de fundación de la Escuela Militar del General Bernardo O’Higgins, la más antigua academia militar de América Latina.

El día 9 de marzo, a las 14:00 horas, me presenté al Aeropuerto Internacional La Aurora, habiendo prechequeado para hacer más expedita mi salida.

En el mostrador de Avianca fui atendido de forma normal y adecuada; sin embargo, al requerir la silla de ruedas que previamente había solicitado por escrito para la totalidad de mi viaje, de ida  y vuelta, me encontré con la circunstancia que habían cuatro sillas de ruedas, una de ellas ya ocupada por una persona del sexo femenino,  quien se dirigía a San Francisco.  Después de transcurrido aproximadamente diez minutos, llegó una joven dependiente que nos pidió esperáramos pues no existía suficiente personal para llevar las dos sillas de ruedas.

Después de veinte minutos, esta persona movilizó la silla de ruedas en la que me encontraba al área de migración donde una atenta funcionaria verificó mis documentos de salida y me saludó muy afectuosamente al reconocerme.

A continuación, en un estrechísimo elevador donde escasamente entraba la silla de ruedas y la persona que la conducía, pasamos al área de revisión que realizan los funcionarios que para el efecto han sido destacados; como es natural, revisaron mi maletín de mano, se me pidió quitarme el saco sport, el teléfono portátil, los anteojos, la pluma, y unas monedas que llevaba.

Después de revisarme físicamente y revisar mi maletín, se me permitió el ingreso al área internacional donde fui llevado a la Sala 9, por la joven señorita.

Fui uno de los dos pasajeros que llegaron primero a dicho salón, habiéndoseme colocado en la línea más cercana del mostrador de salida, donde tome asiento en la primera fila. La persona que me había conducido dejó la silla de ruedas a mi lado y me indicó que regresaría a la hora de abordaje para llevarme hasta la puerta del avión que tomaría de Guatemala a Bogotá, a las cuatro de la tarde, aspecto que nunca cumplió, ya no regresó.

Mi maletín de mano fue colocado en la silla al lado de donde me encontraba sentado, transcurridos aproximadamente veinte minutos empezó a llegar el personal de Avianca y otros pasajeros. En un momento dado, se presentó un individuo con un uniforme de camuflaje e insignias de la Policía Nacional Civil, quien me preguntó que si yo era la persona que ocupaba la silla de ruedas, a lo que le respondí positivamente.

A continuación y sin mediar palabra, abrió mi maletín de mano, le dije que ya había sido revisado por las autoridades competentes; el individuo, sin mayor atención y educación, me respondió que me hacía un favor, ya que yo debería regresar al ingreso de la Sala 9 donde él y otras personas recientemente habían llegado y estaban revisando los equipajes de mano.

Ante su patán comportamiento, le pregunté su nombre y la facultad legal que utilizaba, me respondió: “usted fue vicepresidente, pero en este momento no me merece ningún respeto”, cerró el maletín y se retiró sin identificarse.

Todo lo puse en conocimiento, ese mismo día, de la dirección de la PNC sin que hasta la fecha haya recibido justificación o respuesta alguna.

En Guatemala caminamos para atrás, no hacia adelante.

¡Guatemala es primero!

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