Hoy publica Prensa Libre en su sección deportiva una información sobre los fondistas guatemaltecos que lograron su clasificación para el Mundial de Atletismo a llevarse a cabo en Londres durante el mes de agosto, no por invitación sino por haber logrado los tiempos mínimos requeridos para ganarse el derecho de representar a nuestro país.

Luis Carlos Rivero, un atleta que ha representado a Guatemala a nivel internacional de manera muy destacada, cuenta en sus declaraciones cómo es que con “un poco de vergüenza”, tiene que aceptar que puede participar gracias al apoyo que le da su esposa que es maestra presupuestada.

Rivero ha sido ganador dos veces de la Maratón de Miami, Florida, logrando que la bandera de Guatemala llegue a la meta ante los ojos de miles de espectadores. Nos hace recordar a Doroteo Guamuch Flores, que venció en la Maratón de Boston en el año 1952 y que seguramente ha sido uno de los grandes motivadores para que en nuestro país el deporte de la carrera haya contado siempre con la simpatía de la sociedad.

El problema es que no puede ser que un atleta como Rivero tenga que depender de la solidaridad de la esposa para poder atender a las citas en las que está obteniendo logros de importancia para el país.

El presupuesto del Comité Olímpico de Guatemala debería estar dedicado para este tipo de casos en los que, evidentemente, se puede conseguir una inversión eficiente. Rivero debería no solo poder entrenar con tranquilidad económica, sino que tendría que tener posibilidades de dar charlas, contar su historia y motivar a otros, a jóvenes, para que vean los grandes logros que con esfuerzo y dedicación se pueden obtener.

Pero para eso no hay recursos. Para lo que sí hay es para boletos y hoteles cinco estrellas de los dirigentes. Lo que ellos hacen es turismo de altísima calidad a un injusto costo para el país que con tantas necesidades y pobreza no debería dedicar un centavo a que esta gente ande dándose vida de jeques.

El caso del deporte es otra demostración de lo mal que estamos como país y como sociedad. Es una gastadera sin sentido de cientos de cientos de millones de quetzales que se han tirado sin beneficio para el país.

Mucha alharaca hubo cuando esta gente hizo su lujoso viaje a los juegos de Río de Janeiro. Pero igual que todo, se nos olvidó en Guatemala y aquí está un nuevo ejemplo de cómo es que los aprovechados siguen en sus gozaderas y los atletas esperando la “mano” solidaria.

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