Félix Loarca Guzmán
De conformidad con la Constitución Política de Guatemala, una de las funciones del Presidente de la República es dirigir la política exterior y las relaciones internacionales.
Sobre esa base, llama la atención el resbalón o la postura vergonzante que la representación de Guatemala asumió el pasado lunes en la sede de la desprestigiada Organización de Estados Americanos, OEA, en Washington, D.C., al sumarse a un grupo de países que propició un golpe institucional en contra del Presidente y Vicepresidente del Consejo Permanente de esa entidad, los Embajadores de Bolivia y Haití, respectivamente.
Resulta que mediante una serie de argucias legales y violentando las normas más elementales de esa organización, esos gobiernos abrieron el camino a efecto que el Embajador de Honduras, Leónidas Rosa Bautista, usurpara la Presidencia del Consejo Permanente, como parte de una maniobra para llevar adelante una sesión de agresión contra Venezuela.
Curiosamente, en ese bloque de países figuran los Embajadores de los regímenes más retrógrados del continente, que en los actuales momentos son objeto de grave rechazo por sus propios pueblos como los de México, Brasil, Argentina, Colombia, Perú, Chile y Paraguay.
México afronta una grave crisis política y social. Su Presidente Enrique Peña Nieto, está muy mal visto por numerosos casos de violaciones de derechos humanos, como los asesinatos de periodistas, los hallazgos de fosas clandestinas con numerosos cadáveres aún no identificados, y una actitud de paños tibios ante el tema de la construcción del muro en la frontera con Estados Unidos.
El actual gobierno de Brasil es producto de un golpe de Estado, sobre el cual la OEA guardó un silencio cómplice. En el caso de Argentina, el Presidente Mauricio Macri ha hundido al pueblo en la mayor pobreza y desempleo con su desatinada política neoliberal al servicio del capital extranjero.
Los gobiernos de Paraguay, Perú, Chile y Colombia están subordinados a una poderosa potencia extranjera. En el caso de Guatemala, el gobierno de Jimmy Morales, es completamente impopular y carece de autoridad moral para estar interviniendo en los asuntos internos de otros estados como el de Venezuela, cuyo pecado ha sido tener una política independiente, digna y soberana, sin arrodillarse ante los dictados de ningún imperio.