Javier Monterroso

La actual crisis de la democracia representativa es mundial, aunque sus síntomas se sienten más en algunos países que en otros dependiendo de una serie de factores, así, por ejemplo, en Guatemala donde el gobierno del Partido Patriota dejó sumido al país en una situación paupérrima, la crisis es mucho más profunda que en Ecuador o Brasil, donde millones de personas han salido de la pobreza en los últimos años, sin embargo, también en esos países la democracia representativa está en crisis debido a factores como la corrupción, injerencia extranjera y el papel que juegan algunos medios de comunicación, incluso en Estados Unidos, Inglaterra, Francia o Italia países superdesarrollados el desencanto con la clase política ha llegado a extremos tan altos que se buscan respuestas en el autoritarismo, la xenofobia y el aislamiento económico.

En Guatemala según una reciente encuesta que publicó parcialmente el medio digital Nómada, el Congreso de la República y los Partidos Políticos están pasando por su peor crisis de legitimidad desde el retorno a la democracia, según esta encuesta solo el 5.8% de la población le tiene mucha confianza al Congreso y apenas el 3.3% a los partidos políticos, esto contrasta con la confianza que los guatemaltecos tienen por las iglesias, pues el 52% tiene mucha confianza en la iglesia Católica y el 39% en la Evangélica.

La crisis de legitimidad del sector político se agrava con las acusaciones por corrupción que se han vuelto una constante en el país desde el 2015, y en las últimas semanas ha crecido la voz por la depuración de la clase política, sin embargo, no creo que esa sea la respuesta, en ese sentido hay que recordar que la “depuración” de 1993 dejó fuera de la política a los partidos programáticos e ideológicos como la Democracia Cristiana (DC) o el Partido Revolucionario (PR) y permitió que el Partido de Avanzada Nacional (PAN) y el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) dominaran la escena política nacional.

Es por ello que antes de hablar de la depuración hay que plantear al menos tres cuestiones importantes en el orden siguiente: 1. Construir instrumentos políticos modernos que representen el sentir de la población, para ello no se necesitan muchos recursos económicos sino voluntad, y que las personas que fomentaron el descontento popular en las redes y animaron a salir a manifestar pasen al nivel de organización a nivel nacional acompañado de formación política, esto es lo básico, pues sin nuevos partidos políticos no habrá cambio real; 2. Cambiar las reglas del juego: reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos creando la categoría de subdistritos electorales que permita una mayor representatividad del diputado con la población (no creo en las listas abiertas por razones que explicaré en otra columna), y 3. La convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente donde se discuta el modelo de democracia y el modelo de Estado que necesitamos.

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