La ministra de Salud, Lucrecia Hernández, tuvo la osadía, la falta de respeto y el descaro de llegar al Congreso de la República a decir la verdad. Y eso se paga. Será interpelada por haberle dicho al miembro de Junta Directiva, Marvin Orellana, que las citaciones son un chiste.

Pero se quedó corta la Ministra. Si las citaciones son un chiste, ¿qué debería haber dicho del Congreso en su conjunto y de los diputados en lo individual? Es una vergüenza que un diputado quiera hacer perder más tiempo a una de las pocas funcionarias que reciben positivas calificaciones, por «faltarle el respeto» al peor gremio que hay en el país: El de diputados.

Con los casos de esta semana, la diferencia entre las pandillas juveniles y las pandillas políticas parecen no existir. Chantajean, extorsionan, roban y destruyen a quien se les ponga en el camino.

La verdad es que razón tiene la sociedad al estar dividiendo su desprecio y condena entre los pandilleros juveniles y los políticos. Porque ambas pandillas están reagrupándose para demostrar, a la fuerza, sus deseos de no tener que someterse al imperio de la ley.

Es terrible que un país como el nuestro tenga que arrodillarse a esos que, con tatuajes o con tacuches, nos vienen a arrebatar las opciones de una oportunidad de desarrollo, vivir en paz y sin el muro de impunidad que nos han construido.

Y cuándo mencionamos depurar, no queremos que se hable de la limpieza social que solo nos ha dejado dolor, violencia y más sangre en las calles. Lo que proponemos es, primero, que se imponga el Estado de Derecho contra los delincuentes; segundo, que se eliminen los factores que les permiten seguir multiplicándose; tercero, que la sociedad juegue su rol.

En el caso de los juveniles, significa que tenemos que depurarlos de la red del temor con que nos mantienen de rodillas. Hay que seguir denunciando, participando por medio de la confianza en las autoridades y buscar que, aún con todos los problemas que tenemos, sigan siendo las instituciones quienes apliquen la ley.

En el caso de los pandilleros políticos, demostrarles que la sociedad puede sacarlos a sombrerazos. Estamos más indignados nosotros de que sigan con descaro viéndonos la cara de babosos que lo que ellos pueden sentirse descubiertos cuando alguien les dice que son un chiste. La verdad es que son un chiste y una pandilla despreciable que por el bien del país tiene que depurarse. No mas plazas fantasma, negocios tipo Odebrecht o listado de obras. Este Congreso es de lo peor que hemos tenido en la historia del país.

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