Muchos dicen que el “cambio histórico” que hizo la sociedad guatemalteca a partir de marzo del 2015 por haber salido a la plaza, dejó claro que ya no somos el mismo país y que las cosas han cambiado.

Pues en una sola semana se nos demostró que no hay mentira más grande y que seguimos siendo no solo puros borregos, sino que absolutamente responsables de tener un Estado que solo se organiza para repartirse los beneficios y mantener el control del poder en las mismas manos.

Por decenas se nos mueren menores que ya vivían un infierno ante la invisibilidad de las instituciones del Estado y la complicidad de otras; el mismísimo Presidente de la República admite su rol negligente sin que haya una justificada indignación social. Por supuesto, ya se polarizó la discusión sobre si es ser comunista o derechista buscar sanciones por este hecho.

Lo cierto es que para cambiar las cosas hay que recurrir a uno de los peores Congresos que ha tenido Guatemala. Por cierto, un Congreso que quiere beneficiar a Pérez, Baldetti y a todos los diputados que por Odebrecht, plazas fantasma o cualquier otro caso, vayan a tener que estar a la sombra en algún centro de detención.

Pero lo que se nos olvida es que es justamente el Presidente y son los diputados a los que esta sociedad de borregos eligió tras esas “históricas jornadas” en las que “Guatemala cambió”, entregándonos para ser gobernados por grupos que no tienen la capacidad, el liderazgo y menos, el compromiso para demostrar cuánto quieren sacar adelante a Guatemala.

Por más que se diga que este no es un crimen de Estado, basta ver la infructuosa conferencia de prensa en Palacio Nacional con que Presidentes de organismos, Procuradora General de la Nación y un manojo de funcionarios se presentaron, para demostrar que sí hay demasiados involucrados en nombre del Estado en la tragedia que seguimos sufriendo.

El Presidente hizo una patética aparición en televisión mundial en la que se pintó de cuerpo entero, criticando a todos sin aceptar ninguna responsabilidad por no haber protegido a esas menores, más jóvenes que su hijo, que no tuvieron la suerte de salir del encarcelamiento a que fueron sometidas por su decisión arbitraria de ordenar que fueran puestas bajo llave.

En fin, con esta semana y las reacciones de los organismos del Estado, nos va quedando claro que Guatemala no cambió. Por el contrario, tenemos funcionarios que con descaro nos demuestran que no están preparados para sus puestos porque están comprometidos con las estructuras de poder paralelo.

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