Jorge Santos

Hace al menos tres décadas atrás Manuel José Arce escribió su poema “Yo no quisiera ser de aquí” en el cual plasmaba sobre Guatemala: “Veo a sus moradores misérrimos, ignorantes, enfermos, raquíticos, hambrientos. Veo su suelo ubérrimo, inútilmente ubérrimo, para la mayor parte de sus habitantes. Veo su violencia, progresiva, galopante. Veo, siento, vivo su tragedia incesante. Y me duele. Me duele tanto como me duele decir: “yo no quisiera estar aquí”, “yo no quisiera ser de aquí”. Al leerlo no puedo dejar de imaginar la enorme cantidad de guatemaltecos y guatemaltecas que, al igual que yo, mantenemos una relación de amor y dolor con esta tierra.

Y es que esta relación contradictoria con la patria no puede ser para menos, dados los acontecimientos que ocurren acá, una historia plagada de pobreza, opresión, inequidad y violencia. Cada vez que se analiza la situación de quienes habitamos los distintos territorios de este país, siempre se hace necesario resaltar su situación socioeconómica que golpea a las enormes mayorías, pero en particular a la niñez.

Sin embargo, entre todos los males, hace tan solo dos días, vimos el rostro más cruel de la violencia contra la niñez y adolescencia, un hogar que debía garantizar la protección de niñas que sufren violencia, fue el escenario dantesco de una de las peores formas de morir y con ello se destapa a la sociedad la podredumbre y vileza que en este hogar y sin lugar a dudas en otros, se da contra la niñez que de manera eufemística se dice proteger.

Y es que entre toda esta tragedia, pareciera que este terrible hecho solo es un eslabón más entre la larga cadena de violaciones a las niñas y niños que ahí habitaban. Denuncias permanentes de violencia y violación sexual, abusos, malos tratos y tratos degradantes y tortura eran la cotidianidad en el hogar y que muy probablemente las estructuras criminales enquistadas en el Estado guatemalteco que provocaron el incendio se sintieron amenazadas, frente a la denuncia de niñas que lo sufrieron.

Es decir, que en este caso, ya sea por omisión o por acción o mejor dicho por una acción afirmativa y deliberada o bien por negligencia, tanto las autoridades y responsables del Hogar “Seguro” Virgen de la Asunción, son las y los responsables directos de los hechos allí acaecidos y con ellos toda la cadena de un Sistema Nacional de Protección a la Niñez. Por lo tanto, es a esa cadena de responsabilidades institucionales, incluyendo al propio Presidente de la República, sobre quienes deberá de caer todo el peso de la ley y sancionarles administrativa y penalmente por las muertes de niñas de un incendio que jamás tuvo que suceder.

Es por ello que ante las dimensiones indignantes de la muerte de más de 35 niñas a manos del Sistema que le debió de proteger, es que las palabras del poeta Arce cobran vida al decir que “este pequeño y cruel país, se me hace presente, me sangre, me duele. Cuánto amor en el dolor. Cuánto dolor en el amor. Qué dura eres, Guatemala”.

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