Carlos Soto Pineda

Por si me creen muerta “hacedme un duelo de labores y esperanza” en mi letargo defendedme y trabajad por mi reforma y recuperación.

Ingresé a la Universidad de San Carlos de Guatemala hace 27 años, me gradué hace 20. Esa “Nochebuena” mi papá me obsequió el libro “Masacres de la selva” de Ricardo Falla y escribió: “Querido Hijo esta es la gente a la que usted se debe, la gente que le permitió el privilegio de estudiar en la Universidad, no lo olvide. Con Amor, Papá, Navidad 1990.”

Mantengo el amor y respeto a la Universidad de San Carlos y ahora agrego agradecimiento, pues me formó y lo está haciendo con mi descendencia, gracias a ella tengo una  hija abogada y un hijo médico y cirujano en formación.

Siempre he manifestado que se  estudia y se gradúa de la universidad estatal gracias a las personas que no tienen la oportunidad de ingresar a ella, las personas que directa o indirectamente pagan sus impuestos y trabajan para su mantenimiento.

La represión casi exterminó a la intelectualidad, la obligó a la clandestinidad o al exilio, nutriendo con intelectuales y académicos otras universidades como la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), los académicos comprometidos y consecuentes con la Usac y su pueblo fueron asesinados, encarcelados, sufrieron atentados, vejaciones o persecución. Eso provocó que muchos profesionales se mediatizaran y la cátedra se mecanizara dentro de los cánones de lo “permitido”, de lo “políticamente correcto”, desvalorizando la investigación y suprimiendo casi de facto la conciencia crítica.

Mi Mamá –que sólo tengo una– siempre dice que “la represión y el Ejército dejaron casi solo el pusunque del café en la U”.

Por razones laborales me relaciono con muchos profesionales egresados de la Usac, que son la clara representación de la frase del doctor Martínez Durán: “la Universidad no quita orejas… en alusión a “el que entra burro sale burro”, quienes sólo utilizaron y utilizan a la Usac, que se jactan de sólo haber estudiado para “mejorar su estatus”, “subir de nivel” y tratan con desdén a la academia y a la población a la que debieran servir por lo menos en  reciprocidad, por no decir deuda moral.

La Universidad de San Carlos sobrevivió a regímenes militares, a presidentes y ministros de Gobernación  civiles –más chafas que los chafas–, con el agravante que  todos egresados de ella, a intentos de asfixia económica promovidos por ministros de Finanzas, –como el caso de uno de los últimos, cuyo padre economista y catedrático de la Usac fue  asesinado– a la represión  y hasta su ocupación militar, y seguirá sobreviviendo… eso a pesar de autoridades y profesionales corruptos y demagogos que solo se acuerdan de la “U” para la Huelga de Dolores, una foto en El Portalito, o para un convivio o un acto que tenga réditos políticos y sociales.

Porque así como madre sólo hay una… la defensa y respeto a la “U” debe ser una, eso aunque algunos egresados ni madre tengan… o escriban que  tienen varias.

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