Isabel Pinillos – Puente Norte
ipinillos71@gmail.com

En los últimos diez años, hemos visto cómo el flujo de las remesas ha venido aumentando anualmente, constituyéndose en una esencial fuente ingresos en la economía nacional. En 2016, ingresaron al país 7.2 mil millones de dólares, representando el 11% del producto interno bruto. Pero se ha preguntado ¿a quiénes benefician y qué impacto tienen en nuestra sociedad?

Inequívocamente, las remesas y las migraciones se encuentran entrelazadas. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) presentó en febrero su Encuesta sobre Migración internacional de personas guatemaltecas y Remesas 2016, con el apoyo de USAID.

En las últimas semanas me he topado con el término del “efecto Trump” en las remesas, aduciéndose que el incremento de remesas en los últimos dos meses responde al temor que genera la nueva administración de EE. UU. Sin embargo, hasta el momento parece que Trump no tiene nada que ver con este comportamiento, pues las remesas no muestran un aumento significativo al que se ha visto desde 2007. Aunque hubo un incremento en febrero de 2017 comparado con febrero de 2016 (10%), este fue menor al que hubo en 2016 respecto de 2015 (29%). En el caso de las remesas mexicanas, en cambio, el “efecto Trump” sí parece aplicar para explicar un reciente aumento extraordinario.

Según OIM, 92% de las remesas provienen de Estados Unidos, siendo los principales estados California, Nueva York, Florida y Texas. Los departamentos que más se benefician de las remesas son: Guatemala, seguido de San Marcos, Huehuetenango y Quetzaltenango.

La distinción por género, podría revelar cómo las remesas pueden contribuir a una mayor autonomía de las mujeres guatemaltecas. La encuesta mostró que entre quienes envían, el 73% son hombres, y 27% son mujeres; mientras quienes reciben, el 58% son hombres y 42% son mujeres. Esto viene a contrastar con los datos nacionales que de acuerdo a un estudio sociométrico del BID, sólo 20% de las mujeres se constituyen como jefes de hogar, pero para los mujeres que tienen a su pareja en el exterior, éstas cada vez tienen mayor participación dentro del hogar y su comunidad en la toma de decisiones.

La conformación étnica de los beneficiarios de remesas también es de poner atención. El estudio de OIM demuestra que anualmente ha habido un incremento constante de envíos hacia la población indígena (7%), mientras ha disminuido hacia la población mestiza o ladina (-7%).

La encuesta también muestra que a menor educación, mayor es la migración, en donde el 44% de los beneficiarios tienen apenas algún grado de educación primaria, 16% poseen un grado de educación secundaria, 20% con algun grado de nivel diversificado, 12% sin nivel alguno, y 0.5% con estudios universitarios. Pero en contraste, los jóvenes beneficiarios tienen más acceso a la educación que el promedio nacional.

De la población retornada también existen datos importantes. De las 123 mil 213 personas retornadas más de la mitad (58%) viajaron con coyote, y 22% viajó por su cuenta. De estos, 2 mil 300 dijeron haber sido secuestrados en la ruta por México. Un total de 26 mil 076 indicaron haber dejado familia en el país de destino. Su principal razón de migrar fue la económica (64%) y por reunificación familiar (9%).

El caudal constante y creciente de las remesas es un testimonio latente que no obstante las causas de la migración, los migrantes al llegar a Estados Unidos son económicamente productivos. Al hablar de remesas, es importante ver los rostros detrás de las mismas, pues gracias al trabajo de los migrantes, logran compensar con las carencias que el Estado no ha podido proveer, especialmente entre los más rurales y pobres de nuestro país.

Artículo anteriorTragedia anunciada: reportan muertes en Hogar Virgen de la Asunción
Artículo siguiente“Statu quo, quid pro quo”