María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com
Con la intención de practicar asesinatos -abortos- haciéndolos parecer legales, intentó llegar a Guatemala el «Barco del Aborto», auspiciado por la organización holandesa «Women on Waves», también llamado por algunos de nosotros quienes defendemos la vida, el «Barco de la Muerte».
El mecanismo de acción de esta ONG promotora del terrorismo a los no nacidos pareciera muy inteligente: transportar a las mujeres que desean poner fin a sus embarazos hacia aguas internacionales para evitar la ilegalidad de los abortos al no existir soberanía ni una legislación definida sobre estos espacios. ¡Que conveniente! Tras semejante ocurrencia cualquiera podría llevar a una persona a aguas sobre las que no hay legislación, cortarle la garganta, tirarle por la borda y regresar a tierra firme campante y sonriente, a fin de cuentas si sucede en un espacio sobre el que no hay legislación ¿qué más da? Podría incluso proclamarlo por doquier que según la lógica de la organización debería quedar impune.
Afortunadamente, las instituciones del gobierno de Guatemala se opusieron al ingreso de esa nave del terror y finalmente el sábado por la tarde esta tuvo que volverse por el mismo camino por el que llegó sin haber podido cometer las atrocidades que pretendía.
Lamentablemente, vivimos en una sociedad que nos enseña a no hacernos responsables de nuestros actos, por lo tanto pensar en la práctica del aborto es cada vez una posibilidad menos terrible para la mayoría. Las excusas para su defensa se multiplican cayendo algunas veces en argumentos ridículos. Se ha llegado a comparar incluso con el consumo de drogas, lo cual es incomparable, ¿desde cuándo asesinar a un ser inocente podría ser equiparable al daño voluntario de la persona hacia sí mismo?
El debate que se ha generado alrededor de este tema en los últimos días ha sido monumental, me resulta impresionante cómo parecieran ser cada día más las personas que se decantan a favor del asesinato de seres inocentes que aquellos que seguimos defendiendo la vida. Para muchos, los que nos autodenominamos provida somos gente extremadamente conservadora, si este fuera el caso con orgullo proclamo serlo, aunque ese no sea el caso. Lamentablemente en Guatemala y alrededor del mundo los temas se agrupan en grandes conjuntos que deben ser aceptados en su totalidad por las ideologías retrogradas existentes, más lamentable aún es el hecho que en lugar de ponernos a discutir sobre los argumentos nos enfrentemos a la persona, dejando a las ideas de lado y alejándonos cada vez más de construir.
La vida es el milagro más grande del universo, no únicamente por ideas religiosas y moralistas, sino por la vida misma y el derecho que tenemos todos a vivirla. La Constitución Política de la República de Guatemala vela por la vida desde la concepción y si todos comprendiéramos la importancia de la vida desde sus inicios este debate estaría caduco.
Me regocijo con el hecho de que la ONG «Women on Waves», a la que en el título de este artículo he llamado «Murderers on Waves» -Asesinos sobre las olas- no haya alcanzado su cometido, riéndose así de la vida y de la humanidad entera. La defensa a la vida no puede tener medias tintas, no podemos condenar el asesinato de un piloto de bus o de un par de niños inocentes que fueron secuestrados sin condenar el asesinato de seres indefensos. No podemos ser activistas en contra de la pena de muerte y al mismo tiempo serlo a favor del aborto. Defender la vida es una responsabilidad de todos.