Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Las noticias relacionadas con la violencia que azota al país, muchas veces los lectores nos vemos obligados a releerlas, porque nos parece inaudito que haya funcionarios públicos que lleguen a responder a la pregunta de los reporteros en una conferencia de prensa, de la manera que lo acaba de hacer el Ministro de Gobernación, al decir que las amenazas y advertencias dadas por los delincuentes a las entidades del Sistema Penitenciario y a su propio despacho, son una cosa “normal” o “una amenaza más” y que la última fue distinta solo porque llegó a ser conocida por la prensa a través de una filtración. No me cabe duda entonces que la clase de funcionarios que tenemos es la causa por la que la población está que revienta, que la anarquía está a la vuelta de la esquina y que cada quien debe defenderse de ella como pueda, hasta hacerse justicia con sus propias manos.

¿Cómo va ser posible que todo un Ministro diga semejante barbaridad? En vez de preocuparse siquiera por la gravedad que representa el hecho que los hospitales Roosevelt y San Juan de Dios tuvieran que suspender la Consulta Externa y las visitas a pacientes hospitalizados ante las amenazas de ataques de parte de la pandilla Barrio 18. Lo primero que hubiera hecho cualquiera de estar en los zapatos del Ministro es realizar una urgente junta de Gabinete para suspender garantías, para sacar a las calles al Ejército en pleno, suspender los descansos de los agentes de la policía y ponerse a catear hasta el último rincón del territorio nacional hasta llegar a poner en la cárcel a tantos delincuentes aunque para ello tuviera que llenar un estadio.

Por la inexperiencia de nuestro presidente Morales y por su falta de carácter para ejercer sus funciones importantes, la que se le ve a kilómetros de distancia, es que no ha puesto en cintura a los mareros. Está bien que prefiera seguir haciendo discursos durante el corte de la cinta simbólica para poner a funcionar una bombita de agua, pero que eso mismo haga el catizumbal de sus asesores, consultores, secretarios, ministros, viceministros, directores generales, gerentes y toda una pléyade de servidores públicos que lo que menos hacen es esto último, es más que una clara señal de que estamos pal tigre y que solo Dios Padre no podrá salvarnos de la total debacle.

Mientras tanto, como si nada, la población sigue viendo el dineral que cuesta brindarle seguridad a tantos encopetados servidores públicos. Ayer por la tarde, en la 4ª calle de la zona 1, conté los catorce vehículos integrantes de la caravana presidencial ¿Quién dijo que habíamos cambiado?

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